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lunes, 17 de agosto de 2020

Resultados positivos de por vida.


Paseando por las calles de Munhall, aquí, en Pensilvania, reparé en unas cajas a la puerta de una casa. Una de ellas llevaba un nombre un tanto llamativo para estos tiempos covídicos rotulado en el exterior. Covidien. En cuanto regresé a casa y agoté unos cuantos vasos de agua fresca, a googlearlo. Se trata de una empresa fundada en el 2007 que fue adquirida por Medtronic en el 2017. El brasileño José E. Almeida la preside desde el 2012.


Aunque Covidien se forma en el 2007, la empresa surge a partir de una idea de Henry P. Kendall, industrial que posee una fábrica textil en Walpole, Massachusetts. La fábrica comienza su andadura en 1903, pero no con este nombre. Por aquel entonces se dedicaba a la producción de algodón y forros para alfombras. Años después, la empresa se fusiona con otras especializadas en el suministro, sorpresa, de productos médicos.

Con esta fusión, las empresas pasan a llamarse Kendall Company, un conglomerado dedicado a la elaboración de productos higiénicos y sanitarios, antes de adquirir el nombre de Covidien. En 1994, Kendall se convierte en uno de los proveedores más importantes del mercado estadounidense en lo que al material sanitario se refiere. Tyco Healthcare (Tyco, cuidado de la salud) ese mismo año adquiere Kendall. Y en el 2000, Tyco Healthcare añade a su lista una nueva línea de productos: sistemas de monitorización de constantes vitales y ... respiradores. Sí. He dicho respiradores. Y la guinda, su lema. También rotulado en negro, a poca distancia del nombre de la empresa, Covidien nos promete positive results for life, (resultados positivos de por vida...).

Esperemos que esos otros resultados positivos en los que enseguida hemos caído, desaparezcan pronto.

martes, 13 de agosto de 2019

¿Qué les pasa también a los doctores?

b&w film copy neg.
En Estados Unidos es imposible seguirle el rastro a las pesadillas que salen de la industria sanitaria. Hoy volamos de Wichita Falls a Fort Worth, dos localidades de Tejas. El año pasado, el doctor Khan tuvo un accidente de tráfico y fue evacuado en helicóptero para salvarle el brazo que, desgraciadamente, perdió. La compañía le dio tres días de cortesía para sacarle del atontamiento presentándole la factura: 56603 dólares. Su aseguradora, que en un principio le denegó la cobertura, sorpresa, accedió a cubrir unos doce mil y el resto a pagarlo en módicos plazos.

Esta industria de altos vuelos es prácticamente un monopolio que está en manos de empresas que se dedican a la financiación de capital-riesgo. Los helicópteros proliferaron en el 2002, cuando el gobierno, con su Medicare, (el plan federal para los mayores de 65 y algunas personas con discapacidades), se hizo mejor pagador. Ahora los cielos están plagados de ambulancias aéreas. El año pasado más de novecientas, que, cuando reciben una llamada del 911, el servicio de emergencia aquí, caen como buitres sobre el desventurado para llevarse el cacho. Si el accidentado se encuentra consciente y tiene fuerzas para articular un esto ¿lo cubre el seguro? y le da tiempo a responder antes de desangrarse, quizás prefiera optar por el desplazamiento terrestre que también lleva víctimas en estado crítico por un precio más asequible. Si la víctima tiene seguro con póliza anual de unos cien dólares contratada con una empresa de ambulancia aérea, también puede esperar a que lo recoja un helicóptero de esa compañía, nunca de otra. Aunque la víctima, si es que puede, lo tendrá bastante difícil para convencer a los que se han presenciado de que no se lo rifen.

Las ambulancias aéreas, aunque se dediquen a la sanidad, están gestionadas por compañías privadas que se rigen por la industria aerocomercial y que, por tanto, pueden imponer los precios que consideren sobre el consumidor. La Asociación de Servicios Médicos Aéreos (Association of Air Medical Services) echó los cálculos y llegó a la conclusión de que se necesitaban casi tres millones de dólares anuales para mantener una base con trescientos traslados al año. Cada trayecto les sale a  unos diez mil dólares de media, según la Asociación. Y aunque estas cifras sean altas, supongo que a estas compañías no les debe ir nada mal cuando proliferan y se mantienen en el aire.

El doctor ha tenido suerte. Sondeando la red, he dado con facturas que superan el medio millón de dólares.