Siempre que viajo por la autovía y veo un cartel a pie de arcén exhortando a los conductores a que
adopten una autopista, me acuerdo de un episodio de
Seinfeld, la famosa serie televisiva de los 90. Al volante, Kramer, el alocado vecino de Jerry,
atropella una máquina de coser, hecho que le hará pensar en el ruinoso estado en el que se encuentra la red de carreteras americanas. Por ello,
adopta una milla de la Arthur Burkhardt Expressway.
Y, aunque, efectivamente, se trata de una parodia, la adopción de una carretera no es una invención televisiva, sino que es otra fuente de ingresos para los gobiernos estatales. Ya que las pancartas anunciadoras de carácter comercial están prohibidas en las autovías, sobre todo por razones de seguridad vial, los estados se vieron obligados a buscar otros medios de financiación.
Texas fue la primera en dar con los huevos de oro. James Evans, un ingeniero que precisamente trabajaba para el Texas Department of Transportation (Departamento de Transporte de Texas), siguiendo un camión cargado de escombros, se percató de que
volaban de la caja transportadora. Consciente del costo que supondría la limpieza, lo puso en conocimiento de las autoridades pertinentes, y, aunque su sugerencia no cayó en saco roto, pasaron unos meses antes de que se pusiera en marcha, un 9 de marzo de 1985. Ni que decir tiene que, esta fecha, lleva el honor de ser el Día Internacional del "Adopta una autovía" (International
Adopt-a-Highway Day). Sus efectos no solo se dejaron notar en los Estados Unidos. También otros países como Puerto Rico, Canadá, Nueva Zelanda, Australia o Japón han adoptado este programa.
En algunos estados, como Nevada, el programa cuenta con dos versiones: bien se puede adoptar o se puede patrocinar una autovía. La diferencia reside en el personal que realice las tareas de limpieza. Si la cuadrilla es de voluntarios, se considera adopción, mientras que si la compañía o institución contrata los servicios de un tercero, se contempla como patrocinio.
El funcionamiento varía de estado a estado, pero, básicamente, es el siguiente. Por una cuota que suele oscilar entre los 200 y los 900 dólares mensuales, (aunque en Carolina del Norte, por ejemplo, no se requiere pago), un grupo de voluntarios de cualquier organización, como el Ku Klux Klan, puede reclamar "limpieza de área". En Pittsburgh un club de alterne apadrinó un tramo. Y, por si acaso surge la pregunta, las encueratrices no formaban parte del cuerpo de voluntarios. Los empresarios, ya sea a pequeña o gran escala, también participan del plan. Y como dicen en Estados Unidos, aquí todos ganan. Y efectivamente es así. Por un lado los gobiernos estatales han encontrado una vía alternativa para dar un alivio fiscal al contribuyente, además de asegurarse una entrada de ingresos. Para los empresarios supone un ahorro importante. Las pancartas anunciadoras suelen estar al orden de los 7000-14000 dólares mensuales. Y a los voluntarios, saber que están contribuyendo a una buena labor, les deja no solo con buen sabor de boca sino con una figura más estilizada, dinero, que, de otro modo, a lo mejor hubieran tenido que emplear en gimnasios.
Normalmente se adoptan tramos de una o dos millas, una de ida y otra de vuelta, aunque hay zonas huérfanas. Esto se debe a motivos de seguridad y siniestralidad en determinados puntos negros. También se anima a las cuadrillas a que trabajen de noche y en las horas de menor afluencia de tráfico, de hecho, los días festivos, las tareas de limpieza están prohibidas.
El premio. Una placa en la que aparece el nombre de la institución que ha adoptado o patrocinado el programa. Las direcciones de páginas web, números de teléfono o eslóganes no están permitidos. Esto, y saber que se han ahorrado un euro y que han contribuido a una labor social. ¿No les parece que todos ganan?