Hace tiempo veíamos en el kit de inglés blue-plate special, y hoy, aprovechando que seguimos en periodo vacacional, nos volvemos a echar a la carretera con una entrada en los diners, esos icónicos vagones-restaurantes con luces de neón en el exterior y gramola, jukebox, dentro, en los que uno podía calentarse las entrañas gracias a un menú bastante aceitoso pero, en cuestión pecuniaria, muy apto para cardíacos (por un módico precio podías ponerte hasta arriba sin que se te quedara el bolsillo en tembladera). Aún quedan unos cuantos, especialmente en la costa este, sobre todo en Nueva Jersey. Muchos de estos vagones de película (infinidad de ellos han tenido presencia cinematográfica y seriéfila, a bote pronto se me ocurren Mulholland Drive, Casino, Spider-Man) han cambiado los precios, lógicamente para ajustarse a la inflación y sobrevivir al vendaval de gustos que nos come. Los menús también han cambiado. Hay diners que se han especializado en comida tailandesa o los que han dejado las carnes por un menú vegetariano.
Fue Walter Scott, un aventurero de Providence, Rhode Island, el que en, 1872, se echó a la nocturnidad providenciana por primera vez, con un vagón tirado por un caballo. Y digo nocturnidad porque fue en la noche donde Scott vislumbró la oportunidad de negocio, para servir a clientes after hours que, bien a la salida del teatro o de un trabajo nocturno no tenían nada que llevarse a la boca porque los restaurantes ya habían echado el cierre. Por cierto que, otra emprendedora que vio una oportunidad de cine fue Julia Braden, la cual, décadas más tarde, comenzaría vendiendo palomitas de maíz en un carrito que cupiera en el vestíbulo de la entrada del cine.
Para evitar las leyes de venta ambulante y las acusaciones de competencia desleal, estos vagones comenzaron a conquistar las zonas rurales y carreteras poco transitadas. Por cierto que, algunos, todavía conservan las ruedas. Samuel Jones, un propietario de este tipo de establecimiento, fue el primero que, en 1887, incluyó los famosos taburetes. Y más datos. No es hasta 1913 cuando nos encontramos con el primer diner no rodante. La constructora de Jerry O’Mahony, en Nueva Jersey, fue la que lo planta. Hacia 1950 ya contamos con unos 6000 distribuidos por el país. Por cierto que muchos de sus propietarios fueron veteranos de la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad quedan unos 2000, operativos o no, de los cuales, a 28 de agosto del año pasado, quinientos treinta descansan en Nueva Jersey.
Experiencia recomendable, aunque solo sea por una vez, adentrarse en la esencia parpadeante del gran sueño americano.