Está claro que a nuestro presidente le molesta que le
retoquen el pelo. Era allá por diciembre del 2015 cuando Trump le echaba la culpa a Obama de que, en algunos lugares a los que iba, no se pudiera lavar el pelo en condiciones. El chorreón de agua que salía de las duchas era un
desastre, según él, y esta semana, seguimos con la pelambrera a cuestas. Esta vez no ha sido culpa de Obama, sino de algún
degenerado que le ha pillado desmelenado, aunque esta vez el corte lo ha achacado al viento, y con un bronceado que parece que acaba de salir de una cabina de centro de estética.
Noticias falsas, les dijo a los curiosos y a sus seguidores en Twitter.
Curiosamente hace un par de días estuve viendo
The brainwashing of my dad, (
El lavado de cerebro de mi padre), un documental del 2016 que no tocaba ni los pelos ni la cara de Trump, sino la impresionante capacidad que ha desplegado la derecha para
captar mentes. Los intentos de la izquierda, como este
photoshop que le han hecho al presidente, a la altura del betún.
Ya mencioné la impagable labor de Rush Limbaugh, presentador de radio que acaba de salir condecorado por los servicios prestados a la causa con la Medalla Presidencial a la Libertad. Un hombre que, como nuestro presidente, no para mientes en repartir
piropos: una poderosa artillería es su repertorio para sacar adelante el programa.
Tampoco podía faltar
Roger Ailes, presidente de la FOX fallecido en el 2017. Consultor de medios para algunos presidentes republicanos desgraciadamente tuvo que salir por la puerta de atrás acusado por veintitrés víctimas de acoso sexual.
Grover Norquist es otro peso pesado de la obra republicana, incansable en su labor por calentar los ánimos de la grey. A su iniciativa de reunirse los miércoles, (actividad que vienen haciendo desde 1993), solo se accede previa invitación, se la ha denominado
la estación Gran Central del movimiento republicano.
También
tuvimos otros
jugadores, como
Bob Grant, que pusieron su granito de arena en esto de jugar a meter miedo en el cuerpo y extender la duda. Hoy en día los
twittazos con la palabra
mentiroso y
sus derivados, mejor si se escriben en mayúsculas, he observado que, al menos en Estados Unidos, parecen ser muy efectivos. Frases cortas, sin duda, que nos lleguen bien a todos y que
retumben mejor en las neuronas.
Ha debido ser un niño o un demócrata muy torpe el que haya manipulado el pelazo y la cara de Trump.