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martes, 14 de noviembre de 2023

¿Sesquicentenario de ...?

Willa Cather ya notó hace más de un siglo que Pittsburgh era una ciudad de tonos más bien grisáceos y de pocas luces. A pesar de esos escasos sesenta días de sol al año, la joven escritora se encariñó con la ciudad, aunque la morriña por los vientos del oeste, nació en Virginia pero a los diez años se mudó con sus padres y hermanos a Nebraska, siempre la atosigaba. A Pittsburgh vino en 1896 para dirigir una revista dedicada al público femenino, la Home Monthly. Se colocó de editora, gracias a la ayuda de Charles Gere, padre de una amiga y propietario del State Journal. Gere enseguida se dio cuenta de la valía de nuestra futura Premio Pulitzer y se la recomendó a Axtell, uno de los propietarios de la revista. Cather se empleó a fondo mientras estuvo en el cargo, hasta colocarse en el Leader en 1897, otra revista de Pittsburgh, aunque nunca dejó de extrañarle que hubiera público para la basura que acababa de cerrar. Sus años pittsburgueses están plagados de inestabilidad laboral y en 1900 la tenemos de profesora de Latín en un instituto, puesto para el que, parece ser, no estaba muy hecha. Luego se cambió a Inglés y bastante mejor, aunque la ortografía era su talón de Aquiles.

En Pittsburgh estuvo soportando las inclemencias del clima hasta 1906, año en el que se mudó a Nueva York. Aunque, si hubiera podido, de buen grado hubiera continuado nuestra escritora con los lazos que aún le ataban a la ciudad y que, finalmente, se rompieron diez años más tarde, en 1915, cuando la benefactora que la acogía en su casa de Pittsburgh, Isabelle McClung, decidió venderla. Durante esos años Cather hizo de Pittsburgh su centro neurálgico, aunque con unas cuantas estancias en Red Cloud para estar con su familia en Nebraska, alguna escapada a Colorado y Wyoming con sus hermanos para irse de caza o para hacer algo de turismo por Wyoming con su mecenas. 

En mayo de 1898, por ejemplo, Willa pasó un tiempo en Washington, D. C., alojada en casa de un primo de su padre, el doctor Howard Gore, profesor de Geología en la Universidad de Columbia. Sin embargo, parece que el familiar no pudo dedicarle a Willa el tiempo que hubiera deseado porque casi estaba con un pie en una expedición polar, la Wellman Polar Expedition. Pero Cather no desaprovechó el tiempo. Allí tuvo ocasión de conocer a numerosas personalidades del momento. El invierno de 1900 volvería a repetir, una vez retirados los fríos polares del pariente. 


Según una buena amiga de Cather, la también reconocida escritora Dorothy Canfield Fisher, Pittsburgh formó la carrera literaria de Cather. Fue este lugar tan oscuro el que le sirvió a Cather la inspiración para crear algunos de sus mejores relatos. "Paul's Case", ("El caso de Paul"), "A Gold Slipper" ("La zapatilla dorada") o "Double Birthday" ("Dos cumpleaños").

Todo esto para decir que, a pesar de la dureza de los vientos del este que todavía no nos azotan, siempre hay esperanza para el arte. Recordémoslo con el sesquicentenario del cumpleaños de la artista, un 7 de diciembre. 

miércoles, 14 de agosto de 2019

¿Quién lo hizo?

A sus estudiantes de literatura creativa en Princeton, Toni Morrison les daba muchos consejos que iban de lo obvio, pero no por ello menos relevante, "Busca un lugar propicio que suelte tu creatividad" hasta un "Cuando escribas no te quejes". Ellen Raskin no contaba con estos mandamientos, aunque con Morrison compartía su extremada atención al detalle y su capacidad para purgar sus escritos. Como Morrison, además de tener en el mes de agosto la fecha de fallecimiento pero de un 1984, Raskin también cuenta con premios literarios, (en 1979 ganó la Newbery Medal, el premio más prestigioso de Estados Unidos en literatura infantil y juvenil con su obra The Westing Game, El Juego de Westing, que tiene película de 1997 pero es horrorosa). El uso irreverente que hacen las dos de la lengua también las une. Morrison la rechaza para volver a reclamarla bajo su prisma de realismo increíble, mientras que Raskin la retuerce con fines humorísticos.

Raskin, autora de libros infantiles y juveniles, no era una sola Raskin. También existía la Raskin ilustradora, hizo más de 1000 dibujos, algunos ganadores de prestigiosos galardones, para las cubiertas de otros libros. Probablemente el más importante fuera el que hiciera para Dylan Thomas de su A Child's Christmas in Wales en 1959 (Las Navidades de un niño en Gales). La Raskin música y compositora dibujó las imágenes y dio las notas musicales a las Canciones de Inocencia de William Blake, uno de sus artistas favoritos, aunque en su lista también entraba Velázquez. Y la Raskin inversora, que, por lo visto, tenía un instinto muy bien desarrollado para las finanzas. Cuando Raskin no estaba ocupada en crear, se la podía ver animando al equipo de hockey en Nueva York, (aunque nació en Milwaukee, Wisconsin, vivía en Greenwich Village), en el zoo o de viaje (los zoos de Tokyo y de Barcelona no le pasaron de largo. Raskin también menciona a España como una de sus pasiones). 

Mystery of Babylon
La meticulosidad de Raskin era bien conocida. A una imprenta le hizo desechar y volver a imprimir unas cuantas copias porque no respetaban las medidas que ella requería. Los dedos infantiles tenían que contar con suficiente espacio para manipular el libro sin tapar las ilustraciones ni los caracteres. Ninguno podía tener más de doscientas páginas, ciento noventa y dos era el número mágico, el uso del gris limitado y los márgenes debían cumplirse con religiosidad. Todo para asegurarse de que al niño se le estaba garantizando una observación limpia y amplia para encontrar las pistas ocultas que le ayudarían a reconstruir la escena y resolver el misterio. Las obras de Raskin son eso: precisión relojera. Una perfecta obsesión por la investigación que, inevitablemente, nos llevará a demostrar quién lo hizo.

Por si interesa, parece que uno de sus libros, The Tattooed Potato and Other Clues, El disfraz disfrazado y otros casos, fue traducido al español.