Probablemente, y sin ánimo de ser sexista, la entrada de hoy encuentre más adeptos entre los hombres que las mujeres. Y es que va de Herpetología. De serpientes, en concreto. No sé si será por esa lengua que quiere tocarlo todo, por el cambio de piel, por sus ojillos cortados por esa pupila negra o por la falta de miembros lo que a algunos las haga tan repulsivas.
Y, si se las mira bien, son bonitas. Aunque algunas de ellas lleven por dentro un veneno que nos deje tiesos. Menos mal que también tiene otras aplicaciones y ya se está usando en fármacos, sobre todos los que sirven para tratar enfermedades del sistema nervioso, la presión arterial y el cáncer, ya que es capaz de parar la metástasis. El problemita es aislar la toxicidad de las toxinas para seguir elaborando fármacos más efectivos.
En Estados Unidos también hay serpientes venenosas, y bastantes. Hacen su aparición en todos los estados menos en Alaska. Aquí el frío no las convence. Hawái también tiene, y es acuática, claro. La serpiente marina amarilla. Por las películas del oeste el que más o el que menos ha visto a la serpiente de cascabel salir de detrás de las piedras. Y aunque tiene un alto índice de peligrosidad, no está sola. La Agkistrodon piscivorus, también la llaman mocasín de agua, la cabeza de cobre y la coral acompañan a la cascabel.
Recomendación: si se va por los campos americanos, llevar botas a prueba de serpiente, que las hay, y un teléfono con cámara incorporada. La cámara es para que, en caso de que nos haya mordido una serpiente y tengamos que ir al hospital, llevemos una foto del atacante. Además de salvarnos la vida, puede ahorrarnos una factura descomunal, ya que, como no den a la primera con el antídoto, tienen que seguir probando hasta encontrarlo, y la broma puede salirnos por unos 2000 o 3000 dólares.