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domingo, 26 de noviembre de 2023

¿Qué hacen los aeropuertos con las maletas perdidas?

Con un pie en época vacacional y con los casos de la covid en alza, cuidado ahí, una de objetos perdidos en el aeropuerto. ¿Qué hacen los aeropuertos con las maletas perdidas? En España parece que las maletas extraviadas o que no se reclaman se llevan a la Oficina de Objetos Hallados. Allí 
reciben una etiqueta con el día y el lugar, y permanecen un tiempo de custodia máximo de dos años, tal y como marca la normativa de la empresa. De acuerdo con la establecido por la mayoría de aerolíneas, este supuesto se basa en el llamado Convenio de Montreal, un acuerdo internacional que estipula que deberán pasar 21 días desde el extravío, se debe indemnizar al cliente si han presentado reclamación por el equipaje perdido. Si nadie lo pide, tendrán que pasar dos años, tiempo después en el que serán donados a ONGs locales o incluso, en el caso de Iberia, subastados por el Ministerio de Fomento.


Cortesía USDA ARS.
En Estados Unidos el tiempo de espera para encontrar al dueño es menor, no supera los tres meses. Eso sí. Si al cabo de esos tres meses la aerolínea no da con nuestras pertenencias y hemos puesto una reclamación, la indemnización puede llegar a los 3800 dólares. Las maletas que se quedan desangeladas, (las aerolíneas estadounidenses pierden unas dos millones al año), se las lleva una tienda que está en el estado de Alabama. La tienda, que lleva el inspirado nombre de Unclaimed Baggage, (Equipaje no reclamado), abrió sus puertas en 1970. Aquí, por supuesto, podemos encontrar de todo. Por tener, tienen hasta departamento de joyería, todo a precios rebajados.

Para los que viajen y quieran tomar precauciones, aquí va una sugerencia. Además de la etiqueta que ponemos en el asa de la maleta, es conveniente meter otra dentro con nuestro nombre, apellidos y datos de contacto. El teléfono y el correo electrónico, esenciales. A menos que queramos tentar una peregrinación, si es que estamos en territorio estadounidense, hasta Scottsboro. 

miércoles, 19 de febrero de 2020

Si soy negro, ¿dónde puedo pasar la noche?

Y seguimos con más homenajes al Mes de la Herencia Negra. Esta vez con la guía de viajes de Victor Hugo Green, veterano de la Primera Guerra Mundial y empleado de correos en Harlem, Nueva York, que en 1936 logró que le publicaran The Negro Motorist Green Book, (El libro Green para el automovilista de color), un instrumento indispensable para vadear las carreteras bajo las imposiciones Jim Crow (leyes segregacionistas) hasta su desaparición en 1964 durante la administración de Johnson. (La última edición salió en 1966).   

El libro parece que surgió de una conversación con un amigo suyo que era judío. El amigo le dijo que los judíos contaban con un libro en el que se indicaban los lugares de la región de los Catskills, el Cinturón Borsch, en los que podían poner los pies y eso le encendió la bombilla a Green. Esta guía indicaba a los viajeros los lugares en los que serían bien recibidos en el territorio americano. La guía no solo daba un listado de hoteles y restaurantes, sino que también cubría otro tipo de servicios: peluquerías, gasolineras en las que repostar, librerías, bancos, farmacias... Y las ciudades que evitar cuando llegara el atardecer, ya que, en algunas, no se les permitía pernoctar.

En definitiva, el libro, que en poco simplemente pasó a llamarse el Libro Green, hacía un listado de los lugares en los que los conductores y sus familias pudieran dar esquinazo al racismo y evitarse humillaciones. Personalidades famosas como el escritor Langston Hughes, el boxeador Joe Lewis o el doctor Luther King Jr. utilizaron la guía.

Para los interesados hay bastante metraje cinematográfico sobre la guía de viajes. En el 2018 salió The Green Book, con Mahershala Ali y Viggo Mortensen, película basada en la relación de un pianista y su chófer-guardaespaldas. Si se pretende algo más elaborado The Green Book: Guide To Freedom (El Libro Green: Guía a la libertad). Disponible en el Smithsonian Channel.

Curiosidades: la guía comenzó con 10 páginas. En 1949 ya contaba con más de 80. Con más de 9500 lugares registrados, hoy solo quedan en pie un tercio.

lunes, 10 de septiembre de 2018

A tierras de Rocky Marciano


Y digo que no asistí a la traca en Quincy porque decidí tomar otra ruta. La de Brockton. Un lugar bastante duro. Rocky Marciano, el malhadado peso pesado, era oriundo del lugar. Brockton no es que sea un destino turístico por excelencia, de hecho es una de las ciudades con mayor índice de criminalidad de Massachusetts, pero tiene varios lugares para visitar bastante recomendables. Uno es el D. W. Field Park, El Parque D. W. Setecientos cincuenta y seis acres de camino verde atravesados por lagos poblados de patos, cisnes y gansos. El otro es el Fuller Craft Museum, Museo Fuller de Artes Decorativas. Mobiliario, cristal, cerámica, joyas, madera y artes textiles. Abierto al público en 1969 gracias al filántropo Myron Fuller, fue diseñado por los arquitectos daneses Jorgen Bo y Vilhelm Wohlert. Espacios diafános cabalgan sobre el material estrella: la madera. Un espacio orgánico que logra a la perfección maridar con el bosque y las aguas que lo rodean.

lunes, 18 de diciembre de 2017

El Fin del Mundo

El sábado estuve en el Fin del Mundo. Sí, en Massachusetts también hay un Finisterre y se encuentra en Hingham. Tres horas de paseo que se pueden cubrir en algo menos cuando el frío apremia.

Como el cielo estaba pelado, Planter's Hill ofrecía una bella vista de Boston, a unas 15 millas de distancia. El señor John Brewer, el propietario del terrenito, unos 250 acres, no se puede decir que no disfrutara de unas buenas vistas. Sin embargo en algún momento parece que debió de cansarse de ellas o quiso repartir su visión, porque en 1889 le encargó a Frederick Law Olmsted, el autor de la red de parques bostonianos, que dividiera el terreno en 163 parcelas, y que las uniera entre sí con calzadas para tránsito de carruajes. Afortunadamente el proyecto no se llevó a cabo. Por cierto que en 1945 este Fin del Mundo (World's End en inglés), fue candidato para hospedar la sede de las Naciones Unidas que al final se llevó a Nueva York. En 1965 quisieron levantar una planta nuclear y, aunque el Fin del Mundo está en manos de los Trustees of Reservations desde 1967, un consejo que se encarga de gestionarlo, por cierto que la entrada cuesta 6 dólares, parece que hay otras fuerzas empeñadas en contaminar sus alrededores levantando una estación de compresores y una estación de distribución de gas natural. 

martes, 15 de agosto de 2017

La madre de todas las rutas en televisión

Aunque la madre de todas las rutas, término que acuñó Steinbeck para referirse a la Ruta 66, unas 2400 millas de carretera que conectan Chicago con Los Ángeles y se alargan hasta Santa Mónica no pasa por Ohio, eso no impidió que algunos episodios de la serie televisiva Ruta 66 se filmaran aquí. De hecho Kinsman, el pueblecito en el que nació Clarence Darrow y que mencionábamos en la entrada de ayer, aparece en uno de ellos. Cleveland se lleva los cinco restantes que se filmaron en Ohio.

Esta serie televisiva que salió en 1960 y se clausuró cuatro años más tarde aunque con un intento en los 90 de reavivarla pero que no cuajó, copiaba vilmente el estilo de una de mis series favoritas, The Twilight Zone, una creación de ese genio que era Rod Serling. Del beatnik por excelencia, Jack Kerouac, tomaron su manifiesto En el camino. Stirling Silliphant, el guionista de tantos éxitos comerciales, como El Coloso en llamas, y creador del drama policial Naked City, se robó a sí mismo, especialmente de un episodio titulado Four Sweet Corners en esta serie. Y digo que se plagió a sí mismo porque fue el creador de la serie junto a Herbert B. Leonard.  

Rodada en blanco y negro, narra las aventuras de dos hombres. Buz, (más tarde reemplazado por Lincoln), y Martin, a bordo de un Corvette. Martin se acaba de graduar de la prestigiosa universidad de Yale mientras que Buz había sido un empleado de su padre, un banquero arruinado. La incorporación de Lincoln trae un personaje más sombrío, el veterano de la guerra de Vietnam. En cada episodio aparecen situaciones y personajes distintos. Por cierto, que por esta serie desfilaron multitud de caras conocidas, desde Boris Karloff pasando por Peter Lorre o Lee Marvin, por citar algunos. 

Aquí dejo la sintonía

miércoles, 15 de marzo de 2017

Mes de la Mujer: Nellie Bly

Abrimos la serie dedicada al Mes de la Herencia Femenina.

Mucho antes de que llegara Hildi Johnson o de que Johnny Barrett entrara en su Corredor sin retorno, estuvo Nellie Bly, o mejor dicho, Elizabeth Jane Cochran, reconocida como el mejor reportero estadounidense de todos los tiempos. De ella nace el periodismo de investigación, aunque le costó ponerlo en marcha, porque, como era de esperar, muchos, esgrimiendo su condición de fémina, tiraban de zancadilla, pues solo las locas se atrevían a salirse del circuito casero. 

Menos mal que vio un artículo titulado What Girls Are Good For (Para lo que sirven las chicaspublicado en el Pittsburgh Dispatch en el que se trataban las labores a las que las mujeres debían entregarse. El articulito la enfureció tanto que mandó su respuesta bajo el pseudónimo de la Pequeña Huerfanita (The Little Orphan Girl). 

El editor George Madden que, afortunadamente, tenía dos luces, pronto se dio cuenta de la valía de la joven, aunque eso sí, la obligó a que se cambiara el nombre porque en primer lugar las mujeres no trabajaban, pero ya que se había echado la manta a la cabeza, tenía que escribir bajo pseudónimo. 

Comenzó con artículos normalmente dedicados a los aspectos de la vida femenina. Moda, jardinería y cotilleos, sobre todo. Pero Nellie, una mujer de acción y de fuerte conciencia social comenzó a cansarse de estas limitaciones. La crítica empezó a despuntar en sus artículos. Asuntos de cierta gravedad, como el divorcio o las condiciones laborales de las mujeres rozaron su pluma. 

Se granjeó muchos admiradores pero, como suele pasar, la voz de los detractores es más estridente, así que cuando los afectados amenazaron con retirar los anuncios publicitarios del periódico si Nellie seguía empeñada en perseguirlos con su pluma, volvió a la sección de jardinería. Ese día cumplió con el artículo asignado, pero lo acompañó de la carta de renuncia. 

Después la vemos en México unos meses. La crítica que le hizo al por entonces presidente, Porfirio Díaz, sobre el encarcelamiento de un periodista, la obligó a salir disparada del país. 

De regreso a Estados Unidos se instala en Nueva York, donde, tras varios meses de infructuosos intentos para encontrar trabajo, por fin consigue que John Cockeril, el editor jefe del periódico de Joseph Pulitzer, The New World, la contrate. 

Y no comienza precisamente en la sección de jardinería, sino que la envían con una identidad falsa, práctica que hoy en día no está permitida, por cierto, a cubrir las condiciones de una institución mental. En los diez días que estuvo le sobró para denunciar la penosa situación en la que se encontraban las internas. La denuncia social no quedó aquí. También era el látigo de esos persuasores profesionales, los famosos lobbies.

En 1889, digo yo que aburrida del escritorio, se echó al mundo a ver si podía batir el récord de los 80 días de Julio Verne. Le sobraron casi ocho. A su paso por Francia, Verne, lógicamente, la estaba esperando. 



Con la fama bajo el brazo y otro despido, The World se negó a darle un tanto por ciento de los beneficios aunque luego volviera a trabajar para ellos, Nellie se echó a la carretera para dar conferencias y hablar de su libro. 

La Primera Guerra Mundial da con ella en Austria, mientras visitaba a una amiga, lo que, casualmente, da pie a que nuestra heroína se convierta, por si era poco, en la primera corresponsal de guerra estadounidense. 

Si esto no es legado... 

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Ruta literaria en Filadelfia: en casa con Edgar Allan Poe

Cerca de Camden, a unas cinco millas pero ya en el estado de Pensilvania, queda una de las muchas casas en las que vivió posiblemente el escritor más solitario de todos los escritores estadounidenses.

Hijo de actores, Edgar Allan Poe quedó huérfano a los dos años. Un matrimonio adinerado, John y Frances Allan que vivía en Richmond, Virginia, lo adoptó. Con ellos vivió en Inglaterra cinco años hasta su regreso a Richmond. En la recién inaugurada Universidad de Virginia Poe cursó un año pero debido a las desavenencias con su padre adoptivo que quería que se hiciera un hombre de bien en lugar de dedicarse a la pluma, (acabó desheredándolo), el autor tuvo que abandonar sus estudios por falta de recursos económicos.

A los dieciocho lo tenemos en Boston, el lugar que lo vio nacer, publicando su primer volumen de poemas, Tamerlán y otros poemas. Lo tenemos en Grecia y en San Petersburgo, sin pasaporte, recurriendo al ministro, Henry Middleton, para escapar de la justicia rusa.

De regreso a América, en 1829, se alista en el ejército, donde lo recomiendan para acudir a West Point, la escuela militar en el estado de Nueva York. Pero Poe no está a gusto y logra que la Academia lo expulse, el único modo para conseguir su liberación ya que necesitaba el permiso que el padre se negaba a concederle. Richmond, Baltimore, Filadelfia y Nueva York fueron las otras ciudades por las que pasó.

En esta casa Poe, su esposa Virginia, y María Clemm, madre de ella y también tía de Poe, vivieron dos años: 1843 y 1844. Los Poe siempre vivieron con la espada de la pobreza colgándoles al cuello, ya que el autor trataba de subsistir solo con la venta de sus escritos. Hacia 1835 convencido de que estaba destinado para las letras, lo tenemos de redactor, crítico literario, colaborador y editor. Incluso llegó a tener su propio periódico.

Decir que Poe era un hombre de talento inaudito es quedarse corto. Culto, era hábil con los idiomas, sagaz, inteligentísimo, con una apreciación desorbitada por la belleza y por la perfección absoluta, magnífico matemático, con una capacidad asombrosa para la deducción, una imaginación desbordante, magnífico poeta, cuentista inimitable.

Con este catálogo de virtudes no es de extrañar que la lista de autores sobre los que Poe ha tenido alguna influencia sea ingente. Aunque, dicho sea de paso, no fueron los americanos los que descubrieron al autor, sino que fue de mano de Baudelaire que se le devolvió su lugar en el panteón de los artesanos. Y es que América, tan utilitaria, no estaba para tontorronadas románticas, y, mucho menos, para alguien que escribía con tanta erudición y cotas intelectuales.

Con su ojo sagaz y posiblemente inspirado por las aventuras de Vidocq Poe nos dio el género detectivesco, el de calidad, no a lo Arthur Conan Doyle. Ese mismo ojo también anuncia la ciencia ficción y obras de Julio Verne o de Isaac Asimov, por nombrar algunos autores.

Con ese mismo ojo y su habilidad para el análisis psicológico, Poe refinó el género de terror en el cuento, concibiendo la necesidad del efecto único. Por influencia de otro gran cuentista americano, Hawthorne, Poe es capaz de articular esta concepción creadora.

Por su apreciación de la Belleza, fue reverenciado entre los poetas simbolistas. En Rusia, Dostoyevsky recogió su afinada psicología, mientras que en Latinoamérica Horacio Quiroga nos anuncia en su Decálogo del perfecto cuentista que "cree en un maestro, Poe ... como en Dios mismo".

De sus poemas, Annabel Lee, un canto a la pérdida de su joven esposa. O the Raven (el Cuervo) con ese enloquecedor goteo del Nevermore, nunca más, cuyo eco también le llegó a Antonio Machado.

Simbolistas y surrealistas, amantes de lo onírico, regurgitan al autor, desentrañándolo, para que luego, otros poetas americanos, T.S. Eliot o Wallace Stevens, puedan digerirlo.

De su estancia en Filadelfia se sabe que fue su época más prolífica y, también, la más feliz. Treinta y un cuentos los escribió en esta ciudad. The Black Cat, (El gato negro), The Gold Bug (El insecto de oro) y The Tell-Tale Heart (El corazón delator) los escribió en esta casa.

En el 532 North 7th Street está la casa. Una casa de ladrillo, de varias plantas y un pequeño jardín. Su zona de trabajo está en la planta superior, mirando a la calle. Cuenta con un sótano al que, cuando se desciende, es inevitable no pensar en el maldito gato.

Al ser monumento histórico nacional está gestionado por el gobierno. La entrada es gratuita y el último pase es a las 4 de la tarde. La visita lleva aproximadamente una hora. Si se va en domingo, el aparcamiento en la calle también es gratuito.  

Me pregunto si, de vivir ahora, con su magnífica obsesión por el método, alguien le prestaría atención

domingo, 18 de diciembre de 2016

Ruta literaria en Nueva Jersey: en casa con Walt Whitman

Si nos hemos echado a las carreteras de Nueva Jersey y tenemos media mañana perdida sin saber que hacer, recomiendo una ruta literaria, un domingo, para así evitar pagar los parquímetros y ya que nos salga el día, aparte de la comida y la gasolina, claro, totalmente gratis.

Eso sí, hay que tener cuidado con no dejar nada a la vista en el coche porque la casa museo que recomiendo está en Camden, una zona fronteriza a Filadelfia, que, desgraciadamente, es famosa, además de por su magnífico acuario, por sus ingentes bolsas de pobreza y sí, también por su peligrosidad. El año pasado se decretó que ocupaba el primer puesto en el palmarés de las ciudades más peligrosas de Estados Unidos. (Para los curiosos: Detroit quedó en tercer lugar). Así que admito que esta ruta literaria que propongo sea para los más atrevidos. 

Entre las calles 3 y 4, justo en el 330 de Mickle Boulevard, también conocido como el Martin Luther King Jr. Boulevard, Walt Whitman, el poeta de lo americano, vino a vivir aquí en 1873 con su hermano George y su esposa. Bram Stoker, el creador de Drácula, u Óscar Wilde peregrinaron hasta aquí para conocer al maestro de la libertad y de la innovación. Su "A mi juicio, el mejor gobierno es el que deja a la gente en paz", identifica esa libertad de la que hablo. 

Walt Whitman se crió en un ambiente cuáquero, sus padres eran seguidores de Elias Hicks, un predicador con raíces indioamericanas y afroamericanas que se desvinculó de la ortodoxia cuáquera para reivindicar la suya. Hicks también fue uno de los primeros cuáqueros que apoyaron la desaparición de la esclavitud.

De Hicks parece que Whitman tomó la idea de "la obediencia a la luz interior" y que luego el poeta de la carretera sin fin (open road) ataría alrededor de su "Canto a sí mismo", una celebración de su unicidad y la de los demás. Emerson, el gran pensador, fue el que le dio el empujón que necesitaba para desgajarse de la tradición europea y abrir nuevas rutas para la libertad de expresión. Muchos son los inoculados por el efecto Whitman. Le pregunté al guía si sabía si Lorca se había pasado por aquí, pero desgraciadamente no supo decirme.  

Y hablando de expresión, quiero romper una lanza en favor de Whitman, al que siempre se le han achacado sus tendencias proesclavistas. El mismo Whitman, al cabo de los años, reconoció que, sobre el papel, se había demostrado liberal trayendo la buena nueva de la irrepetible divinidad en cada uno de nosotros, también la de los esclavos, mientras que su corazón secretamente albergaba un conservadurismo del que le costaba desprenderse.

Whitman era un hombre que, a través de su obra, intentaba congraciarse con sus congéneres, sin importarle la clase social o la raza. Lo que le importaba era hacerse comprender entre los suyos, ya fuera un propietario de esclavos o el mismo esclavo. 

Del mismo modo que Whitman contenía multitudes, también era un fardo de contradicciones, como cualquier alma. En una época de tantas turbulencias, no olvidemos que Whitman fue enfermero en la Guerra de Secesión, parecía inevitable que su espíritu, dolorido, a veces no perdiera el horizonte. 

Además, su presentación del homoeroticismo, la camaradería entre hombres, el placer sexual, escandaloso para la época, le abrió otros frentes al creador de Hojas de Hierba que probablemente lo desgastaron.

Si deciden pasarse recomiendo encarecidamente que confirmen por teléfono. El horario es muy extraño y a veces cambia sin previo aviso, sobre todo en invierno. La casa es grande y da la bienvenida con un video sobre el autor y muchas fotos, todas originales de la época. Aviso: cuenta con dos plantas y no hay ascensor. La entrada es gratuita. 

A pocos kilómetros, Filadelfia. Hay que cruzar un puente, previo pago de 5 dólares si se va en coche, para pisar Pensilvania. Allí otro grande americano espera. Pero ese, para otro día.

Aquí dejo al Profeta de la tierra, de sí mismo, de todos nosotros dándonos la bienvenida a América.

lunes, 12 de diciembre de 2016

8 cosas que hay que saber para desenvolverse por Nueva Jersey

Con las vacaciones navideñas encima quizás alguien esté pensando en pasarse o tenga que pasarse por Nueva Jersey.

Aquí dejo una lista a tener en cuenta.

1. La mayoría de los coches son de gasolina y de conducción automática. Recomiendo practicar, si es posible, antes de lanzarse a la aventura. No es difícil pero la falta de embrague despista y el acelerador se exalta enseguida.

2.  No todas las gasolineras despachan diésel. Recomiendo hacerse con una lista antes de emprender el viaje.

3. Nueva Jersey y Oregón son los dos únicos estados que prohíben el autoservicio en las gasolineras. Así que hay que abrirle el depósito al que despacha. No se les da propina.

4. El combustible sale más barato si se paga en metálico que si se paga con tarjeta.

5. Y hablando de propinas. Son obligatorias, al menos que el servicio haya sido espantoso, para los taxistas, camareros, peluqueros, y en general, para las personas que nos prestan un servicio. (A los que despachan pizza en un área de servicio o están en la caja registradora de un Starbucks, por ejemplo, se les puede dejar una pequeña propina en un tarro de cristal que suele estar en el mostrador. Lo reconoceremos porque lleva pegado con papel celo el letrero TIPS (propinas) que alguno de los empleados ha escrito con rotulador. La propina varía, no hay unificación de criterios en este tema, pero lo normal es dejar entre un 10 y un 15 % antes del IVA (Taxes en inglés). Ojo que si vamos a un restaurante en manada la propina seguramente será mayor.

6. Existen dos vías principales que cruzan Nueva Jersey: The Garden State Parkway y New Jersey Turnpike. Las dos son de pago y no son nada baratas. 

La primera cruza de norte a sur, la otra va más en diagonal. Esta última une Nueva York por el norte y por el sur pasa muy cerca de Filadelfia. Si queremos ir a la Gran Manzana tomaremos The Garden State Parkway. La conducción por esta vía no me parece muy complicada, aunque a veces la señalización es un poco confusa.

Lo que sí es confuso es el sistema de peaje. Para empezar. Cuando uno quiere incorporarse al Garden State Parkway, normalmente hay que encestar, y digo bien, encestar una moneda de veinticinco centavos y otra de diez en una especie de canasta gigante de plástico para que se nos permita la entrada. No me extraña que este país sea tan fecundo en baloncestistas de primera. ATENCIÓN. En la incorporación no hay personal. Solo una cámara vigilante. Así que mejor ir bien cargado de monedas (solo se puede pagar con monedas) si uno no quiere incurrir en una falta. Lo mismo sucede a la salida.

Una vez incorporados tendremos que pasar por otros peajes, aunque esta vez es más fácil porque hay personal. Eso sí. No todos los puestos están atendidos con trabajadores. De hecho casi todos están mecanizados y solo están habilitados para aquellos que dispongan de pases anuales. Si no se tiene monedas, habrá que ir al carril que dice Cash Receipts (Metálico. Recibos) y si se tiene monedas se puede ir al Token Exact Change (Ficha. Cambio exacto) donde volveremos a practicar el jueguecito del enceste.

7. Si se prefiere o se va con un presupuesto más ajustado, es lo que yo hago, es posible dejar el coche en un aparcamiento al aire libre, normalmente abren de 5 a.m. a 1 de la madrugada, por un precio asequible que incluye un billete de ida y vuelta para una persona en autobús. Eso sí. Hay que tener paciencia, y mucha, para poder hacerse con una plaza. Antes de las 9 de la mañana es bastante difícil dar con una. Estos lugares se denominan Park and Ride (Aparca y Monta). También se puede pagar los peajes para cruzar el río Hudson pero aparcar en Nueva York puede resultar oneroso.

8. Para los amantes del agua también se puede cruzar en ferry.


Curiosidad. La Estatua de la Libertad está en aguas de Nueva Jersey y no en las de Nueva York.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

¿Por qué las carreteras americanas estarán más oscuras que nunca?

Otro trozo de memoria se nos va, dejándonos solo la nostalgia. Esta vez las víctimas son un icono de la cultura de viaje estadounidense, el letrero de no hay vacante (No vacancy) en los moteles de carretera que tan acostumbrados estábamos a ver en las películas. ¿Y qué pondrán ahora?


Nada. Porque el menos intimidante Full house (Hasta la bandera) que surgió en los 80, también corre peligro.

En un mundo donde se pueden descargar las aplicaciones en un abrir y cerrar de ojos o hacer las reservas por internet su presencia se ha hecho innecesaria.

Pero, un momento, ¿y los que no contamos con artilugios para descargarnos aplicaciones? ¿Qué ocurre si el motel nos ha jugado una mala pasada y hay overbooking o simplemente tenemos que cancelar por un percance y nos pilla en carretera?

Solo queda empujar el coche hasta llegar a la estación de servicio más próxima o dar con una casa solitaria en la que cuenten con un teléfono para que podamos ponernos en comunicación con el motel y anular así la reserva antes de que nos casquen la cancelación tardía.

Stephen King, el rey de las novelas de terror de nuestro tiempo, bien podría tomar nota de esta nueva situación. Terror para los sin móvil, los desaplicados...

En caso de que el coche no nos decepcione y podamos llegar al motel, puede que nos encontremos a unos propietarios duchos en las tácticas comerciales, y que, presionados por las grandes cadenas hoteleras, decidan esconder la disponibilidad por varios motivos.

Primero, el negocio es el negocio, claro, y su misión es retener clientes. Si son de su parecer los pretendientes a huéspedes siempre pueden mandarlos a otros moteles de su propiedad o desviarlos a moteles de amigos y conocidos, confiando que luego el favor les será devuelto.

Segundo, creo que ya lo he dejado intuir, el motel se reserva el derecho de admisión. Así que en cuanto vea a los que van a registrarse siempre puede mandarlos con viento fresco si no les da el aprobado. No es infrecuente encontrar grupos de universitarios con las hormonas revueltas dispuestos a montar una.

Los más optimistas piensan que los letreros no se retirarán del todo, sustituyendo el neón por la iluminación LED.

Por cierto, que en mi coche, aun a riesgo de que me llamen retro, siempre llevo otras reliquias del pasado: el mapa y yo, uña y carne, y eso que me cuesta leerlos. El hipocampo que, afortunadamente, aún me deja que lo anime a que se lo curre.