viernes, 10 de noviembre de 2017

Kit de inglés 66: to be on the lam

Y aprovechando que tenemos foragidos en Bélgica, una expresión de origen desconocido. On the lam, nuestro querido por patas. Pronunciación irreverente. Tu bii on de lam. Y la que hay que seguir.


Algunos sitúan su origen en el año 1887. Según estos estaría relacionada con una expresión de la madre patria que se remonta a 1590 y que ya por aquel entonces quería decir darse el piro. Otros la relacionan con el nombre del barco el Lam, en el que un grupo de cuáqueros, huyendo de la Iglesia de Inglaterra, zarpó para las Américas en 1682. El barco pertenecía a la flota de William Penn. Otros asocian el origen a Herman Lamm, el ladrón de bancos de principios del siglo XX, al que se lo considera el padre de todos los atracadores de nuestros días.

Ejemplito: She is on the lam, wanted for fraud. 

Ella se ha dado a la fuga, y se la busca por fraude.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Más respeto, por favor.

De tenernos tanto en los ojos y en la boca, solo nos queda fuerza para seguir mirándonos al ombligo y para exigir respeto. Eso sí, respeto para el mirón, porque al objeto que se contempla, que lo zurzan. Tanto es así, que Charlie Baker, el gobernador de Massachusetts, ha considerado necesario rompernos el espejo encima para proteger al objeto. 

Los delitos de corte antisemita han aumentado este año con respecto a los del año anterior de manera alarmante, con lo que se piensa que el gobernador en breve firmará una orden ejecutiva para reactivar un equipo de trabajo que se remonta a 1991. A ver si con un poco de suerte la orden también nos priva del abuso del ombliguismo. 

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Con la burocracia hemos topado

Mientras Estados Unidos anima a Japón a que le compre armas que le permitan quitarse del medio cualquier misil norcoreano, Betsy DeVos, Secretaria de Educación, parece que también está con un pie en el aire. Esta mujer recomendada por Jeb Bush levanta pasiones. Se la quiere tanto, que hay que gastarse un dineral, millones de dólares, para protegerla tanto en vivo y en directo como a través de las redes.

Dicen las malas lenguas que quería recortar personal de algunos departamentillos de su cartera y ahí ya es cuando ha saltado la alarma. Otros dice que la cartera le viene grande. Con la burocracia ha ido a dar.

martes, 7 de noviembre de 2017

Dar el golpe

Con Puigdemont en Bruselas me he acordado de Herman Lamm.  A este personaje, de nacimiento alemán pero de adopción estadounidense, se lo conoce por habernos traído las técnicas más modernas en lo que se refiere al mundo de los atracadores a sucursales bancarias. Las técnicas del Barón, ese era su título honorario, eran tan rompedoras, que incluso los chorizos de hoy, los más refinados, seguro que se han leído o han oído hablar de su Método. Él trajo profesionalidad a la práctica. Y es que los asaltabancos del momento antes de que irrumpiera él, eran un atajo de principiantes de mucho músculo pero poca sesera y, por tanto, con muchas posibilidades de fracasar en su intento.

Pero el ojo del Barón, entrenado en la Primera Guerra Mundial, se dio cuenta enseguida. Disciplina y una correcta preparación para dar el golpe. Nada de improvisar. En un cuerpo bien organizado, que estudiara de cerca los movimientos y costumbres del objetivo, residía la clave del éxito. Eso de dibujar en el suelo el plano del edificio a expoliar que tantas veces hemos visto en las pelis, ya lo gastaba Lamm.

La escapada también se pensaba a conciencia. Le gustaba contar con conductores de coches de carreras a los que obligaba a practicar rutas alternativas en caso de que la ruta seleccionada por algún motivo no fuera viable. Dígase el típico corte de carretera o la obra inoportuna. Y memorizar la carretera. También les obligaba a sus conductores a que llevaran consigo un cronómetro y los mapas que les dibujaba. Los coches eran el último grito, igual que las armas con las que entraban a la sucursal. Una lanza en su nombre: era de los que preferían evitar la violencia, pero si se daba el caso, sus hombres actuaban pertrechados bajo chalecos antibalas de la época, hechos a base de sedas. Más de un millón de dólares de la época (1930) se llevaron él y su banda. Pero tantas veces fue el cántaro a la fuente (en varias ocasiones degustó las rejas) que al final, como él mismo reconoció, "con la ley de la probabilidad a uno le toca perder". Al final la inevitable rueda pinchada le entregó a los brazos del suicidio. Afortunadamente, desde el exilio, uno siempre puede confiar en los taxis.
 

domingo, 5 de noviembre de 2017

Un poquito más de claridad,¡por favor!

El fin de semana que nos acaba de dejar cambiamos la hora. En los pueblos de los alrededores de Boston, que ya son oscuros de por sí, los ayuntamientos gastan muy poco en el alumbrado, porque la tarea de iluminar, como muchas otras, la dejan en manos del contribuyente. Sobra decir que el camino al meollo a las 6 de la mañana es una especie de peregrinación de ánimas al purgatorio. Algunos de los penitentes se abren paso con sus linternitas o sus mecheros y el resto seguimos su estela.

Con el ahorro lumínico las mañanas se aclaran, quizás no haga falta la linterna, pero las tardes achican. Ya el avispado de Benjamín Franklin, en comisión de servicios en Francia, anotó que la luz que atravesaba el ventanal de su dormitorio a eso de las 6 de la mañana se le desparramaba encima. Con su reconocido espíritu ahorrador, enseguida pensó en la cantidad de aceite que podría ahorrarse con que se corriera la aguja una horita.

Las ideas de Franklin y las de otros pensadores que vinieron después, como los británicos George Vernon Hudson o William Willettno se pusieron en marcha hasta que otro país, Alemania, también conocido por su espíritu práctico y ahorrador, aprobara el cambio. La Primera Guerra Mundial fue la gran pantalla sobre la que se imprimiera. Poco a poco, país por país, fuimos sincronizándonos con las primigenias necesidades alemanas de ahorrarse carbón en las casas para poder emplearlo en la Guerra al tiempo que se permitía a los trabajadores rendir más. A Alemania le siguió Estados Unidos en 1918. Con la crisis del petróleo en 1974 España se aunó al cambio.

El supuesto ahorro no es concluyente en Estados Unidos, debido a la gran variación térmica con la que cuenta el país. Lógicamente no es lo mismo vivir en California, donde las temperaturas son más benignas, que en un Maine. En algunos estados parece que con la modorra nocturna dan más ganas de quedarse en casa y usar más calefacciones. Y con el horario de verano a tirar de aire acondicionado. Algunos estados, como Arizona, ignoran el cambio, aunque la Nación Navajo lo sigue. Y Massachusetts también quiere cambio. En su caso aunarse a la franja horaria, la del Atlántico, que siguen algunas provincias de Canadá, las Bermudas o Puerto Rico, por ejemplo. El miércoles precisamente se admitió la propuesta de hacer el cambio, con lo cual, si al final cuaja, habría cinco franjas horarias en Estados Unidos. La propuesta, amparándose en razones económicas (se ahorraría energía) y de salud pública, aboga por que el horario de verano permanezca todo el año. Parece ser que los accidentes de tráfico, las depresiones, la violencia en las calles y los accidentes laborales son menores.

El cambio no sería automático, porque hay varios pasos de por medio. Transportes y la Legislatura Estatal tienen que dar el visto bueno, y probablemente se necesite el respaldo de otros pesos pesados, como Nueva York, el rey de las ventas. Para los enamorados de la estadística aquí dejo un análisis de lo que supondría el cambio. 

viernes, 3 de noviembre de 2017

Kit de inglés 65: one-horse town

Esta semana una de caballos. One-horse town. Literalmente una ciudad con un solo caballo, que sería el equivalente a nuestro pueblo de mala muerte. 



Esta expresión se remonta a 1850, cuando los mineros hacían parada y fonda en un pueblo de California llamado precisamente así. Cuenta la historia que solo había un caballo, por lo visto una vieja yegua que pertenecía a un tal Jack Spencer. Aquí va la versión para unas prisas: wan jors táun. Y aquí la buena.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Meterle mano a los genéricos

Las malas noticias siempre jarrean. A la desgracia de hoy añadimos una nota de mal gusto a la que unos cuantos estados unidos de América están intentando pararle los pies: según estos, ha existido una conspiración entre varios gigantes de las industrias farmacéuticas. Por lo visto, son dieciocho las compañías que acordaron ponerle el mismo precio a los genéricos.

Conclusión: el mundo que tenemos ahora se divide, esencialmente, entre los que viven de engañarnos y los aplicadores de mundos fantásticos. Peces gordos, generalmente talluditos, contra imberbes. Trabajo de verdad, como bajarse a las tripas de las alcantarillas o meterse en las aulas con adolescentes, ya queda poco. Ni siquiera los médicos son capaces de resistir los cantos de sirena de las grandes farmacéuticas, que con sus maletines de vendedores ambulantes y crecepelos de postín, nos quieren seguir metiendo gato por liebre.