Y revuelo con lo que por aquí se llama legacy admissions, esto es, favorecer la entrada a la universidad de alumnos cuyos papás, mamás y otros miembros de la familia hayan estudiado en esa universidad. En algunos casos, los empleados de dicha institución también pueden acceder a este sistema.
Cuando un estudiante se gradúa normalmente sigue teniendo unos lazos emocionales con su alma mater, y, suele suceder que, si le va bien en la vida, o simplemente quiere seguir disfrutando de las oportunidades que su alma le ofrezca, el que fuera alumno matriculado demuestre su agradecimiento con cierta contribución económica anual. También existen los espontáneos, aunque son los menos. Personas que no tienen ninguna relación con un centro académico, pero que optan por contribuir al proyecto de la institución elegida con sus donaciones. Ni que decir tiene que, estos donantes, no suelen ser de origen afroamericano, ni hispano, ni tampoco asiático.
Y Harvard es la institución que, en estos momentos, está en el ojo del huracán por practicar este sistema. Menos de un 5% de los alumnos que solicitan acceso a Harvard vienen recomendados por familiares, aunque un 30% de los que entran a Harvard cada año proceden de este grupo. A decidir si esto es discriminatorio o no.
El mayor problema con la abolición de esta práctica si sale adelante: la posibilidad de que haya menos donantes, con lo que, el alumnado más vulnerable, es el que sufrirá este recorte.