miércoles, 31 de agosto de 2016

Libros de colorines, ¿para todos?

Nunca compro nada, de hecho tengo crédito con una librería de viejo en un pueblo cercano a mi residencia, pero de vez en cuando me gusta pasearme por Barnes & Nobles a ver qué novedades tienen. Para los que no lo sepan, Barnes & Nobles es la librería más grande de Estados Unidos. Aquí, además de libros y revistas, claro, se pueden encontrar artículos de regalo, sobre todo los relacionados con el mundo del libro y de la informática. También cuenta con una importante sección de juguetería y música, y si a uno le apetece tomarse un frappuccino mientras hojea un libro, puede hacerlo en el Starbucks, normalmente suele haber uno.  

Recorriendo los pasillos, hace tiempo que vengo notando el poder omnímodo de las secciones de autoayuda, religión, ejercicio y cocina. Lógicamente la misión de la librería es vender, y si los clásicos solo pueden salir adelante con el respaldo de las nuevas tendencias, supongo que habrá que conformarse. La cuestión es hasta cuándo. Cuánto puede aguantar la vara antes del chasquido.  

A las hordas de autoayuda, religión, ejercicio y cocina hay que añadir una nueva adquisición. Alguien la había colocado estratégicamente a ambos lados del vestíbulo. Imposible la escapatoria. Portadas muy llamativas, al principio me pareció que se trataba de libros de filosofía india. En una segunda exploración me di cuenta de que, aunque efectivamente había dado en el clavo con lo del tema "indio", de la India, se entiende, pues la conocida forma circular del mandala ahogaba la cubierta, había errado en lo de filosofía. Era un libro antiestrés. Y cómo funcionaba. Muy sencillo. Solo había que colorear las formas geométricas en el interior. Destinatarios. Niños grandes. El horror, obviamente, había traspasado el umbral, decorando estanterías en donde vivía de polizón. Sección de revistas, cómics, romance, incluso vi uno con motivos escandinavos que alguien dejó sobre una mesa en el Starbucks. Era evidente que la invasión de estos libritos de colorear para adultos, así reza en sus portadas, se había llevado a cabo sin rubor. 


La infantilización de la población no es un fenómeno de nuevo cuño. Resistirse a la ociosidad requiere una disciplina y una voluntad que, muchas veces, puede parecer lejana y desconocida, como si fuera impropia de este mundo. Pero sí, existieron. No hace tantos años que dejamos atrás a Stuart Mill, a los tres años ya sabía griego gracias a las enseñanzas de su padre, y más cerca aún, las hermanas Polgár, ases del ajedrez, cuyo padre, al igual que el de Stuart Mill, (¿tendrán los padres algo que ver con esto?), se encargó de su educación, dándonos el vívido ejemplo de que "los genios se hacen, no nacen".  

Revisando las noticias de hoy, he encontrado una en la que se resalta el éxito logrado por un estudiante. Su hazaña: contar con figuritas LEGO la dureza de la vida universitaria. Pero el estudiante ha preferido mantener el anonimato. Su decisión responde a necesidades laborales, nos confiesa. Se encuentra en el último año de carrera y en breve tendrá que iniciar la búsqueda de trabajo. El joven es consciente de que una sitcom a lo LEGO probablemente no lo beneficiaría, a menos que estuviese intentando hacerse un hueco en el mundo de la farándula o como decorador, pero me da en la nariz que, probablemente, esté estudiando Económicas, y no quiera ahuyentar posibles ofertas con su tufo infantil. A su favor, por lo menos, le queda el sentimiento de vergüenza. Ahora la cuestión es saber si, además de infantil, también está estresado y si, sobre todo, ya tiene un cuaderno de colorear para adultos.

Y a ustedes, ¿les parece que los libros de colorear para adultos son una mala idea? ¿Tal vez piensan lo contrario?

martes, 30 de agosto de 2016

Pioneer Days

Cuando vivía en Pensilvania todos los veranos acudía a un festival que duraba un par de días y que pretendía celebrar la herencia de los nativos americanos de la zona oeste de dicho estado. En el mismo también se reproducía cómo era la vida en los tiempos de los pioneros. En una explanada del parque de protección estatal, previo pago de un dólar, cantidad simbólica, se podían ver los distintos campamentos a los que se les habían asignado distintas funciones y contenidos.

En el asentamiento indio, por ejemplo, las mujeres preparaban un suculento guiso a base de pavo, arroz, maíz, judías, calabaza y patatas. También se veían tipis o tiendas indias, completamente deshabitadas por el calor sofocante y la agresión de mosquitos. Algunos actores llevaban collares de garras de oso, tenían la cara pintada de negro y vestían taparrabos, en clara alusión a las tradiciones indias, y, por lo que supe después, de raigambre hurona.

En los otros campamentos también se cocían demostraciones con destrezas del ayer: elaboración de mantequilla, confección manual de helados, fabricación de velas, hilado o talla de madera. En la misma pradera había una sección con sillas plegables. Era para acomodar a los asistentes de la subasta a sobre cerrado o lo que aquí llaman subasta silenciosa. En un papel los participantes escriben la cantidad que ofrecen por el objeto subastado, evitando así la lucha con una contraoferta. Normalmente estas subastas son de carácter benéfico. El tradicional concurso de a ver quién se embucha más pasteles, previo pago de una cuota de inscripción, por supuesto, no faltaba. Como tampoco faltaba el campamento de la Guerra de Secesión que aquí se denomina Guerra Civil.

Hombres uniformados de azul limpiando sus armas, haciendo prácticas de tiro o enseñando a los asistentes cómo disparar un rifle. La función de las damas también tenía su espacio en el campamento bien al pie de una cocción o paseándose del brazo de un militar. Pero, lo que más tirón tenía sin duda, eran las recreaciones de tres personajes históricos: Abraham Lincoln, Ben Franklin y Daniel Boone, ¿sería porque estos dos últimos eran oriundos de Pensilvania?

Me he enterado de que, este año, tras veintidós ediciones, el festival se ha cancelado. Supongo que por motivos de índole económica. Una lástima que las oportunidades de ocio y conocimiento, independientemente de los estereotipos, se vayan arrumbando. Así perdemos todos, ¿no les parece?

lunes, 29 de agosto de 2016

¿Bailaban los políticos?

A ritmo de hip hop, rap, salsa y otros compases Lin Manuel Miranda ha metido en Broadway su musical Hamilton, y está pegando fuerte. Este fenómeno, que ya comenzó el año pasado, saldrá en septiembre de sus dominios, Nueva York, para compartir las vicisitudes del histórico personaje. Chicago ha sido la ciudad afortunada (aunque la representación se hará con una compañía local) hasta marzo del 2017, cuando el espectáculo, esta vez sí, con la compañía original, se llevará a San Francisco. Los que quieran ver el musical en el Viejo continente tendrán que esperar hasta octubre del año que viene a que desembarque en Londres.

La idea de fraguar un espectáculo alrededor de Alexander Hamilton, uno de los Padres fundadores de Estados Unidos, le llegó a Miranda años antes, mientras esperaba en un aeropuerto. En uno de esos quioscos que ofrecen libros y revistas dio con Alexander Hamilton, una biografía del mismo, escrita por Ron Chernow. Y el resto es historia. Porque es precisamente eso lo que Miranda intenta recuperar. Historia. Porque Hamilton, para empezar, no era de aquí, sino que nació en el Caribe, en la Isla Nieves. Era, efectivamente, un inmigrante. Para añadir a su condición de desarraigado, su padre abandonó a la familia, y su madre también dejó pronto a Hamilton al morir a los treinta y ocho, obligándolo a que se buscara la vida siendo aún niño.

A los once ya lo vemos trabajando de contable en una tienda de comestibles. Con ayuda monetaria de sus tías, Hamilton logró entrar en Kings College, la actual Universidad de Columbia en Nueva York. Unos años más tarde, en concreto 1776, se instala en el terreno militar como Capitán de la Compañía Provincial de la artillería de Nueva York, posición que, probablemente, le catapultara a convertirse en la mano derecha del general George Washington.

No se sabe si por su condición de inmigrante, por su baja extracción social de la que muchos de la luminarias del momento, Adams, Jefferson, Madison y su propio ejecutor, Aaron Burr, (Hamilton murió en un duelo), se burlaban, o, tal vez por desidia, que la importancia de Hamilton se ha desdeñado. Este hombre cuya genialidad rayaba con lo increíble, era un magnífico escritor, sus Papeles Federalistas dan buena fe de ello, pensador, economista, estadista, ducho en varias lenguas, en fin, un perfecto humanista, se las vio y deseó para hacer que su visión se tomara en cuenta. Y no era de extrañar con los pesos pesados con los que tuvo que vérselas, especialmente Jefferson, extraordinario estadista, terrateniente, propietario de esclavos, y defensor de limitar el poder central para otorgárselo a los gobiernos locales y estatales.

Para retratar la azarosa vida de Hamilton, Miranda se ha valido de un elenco de actores de color. Desde el propio Hamilton, pasando por su ejecutor, Burr, George Washington, Thomas Jefferson, Angelica Schuyler Church, cuñada de Hamilton, James Madison y el Marqués De La Fayette. Con esta subversión no cabe duda de que Miranda se ha propuesto no solo dar un bocinazo contra los horrores de la intransigencia, sino también dar alas, aunque solo sea de manera ficticia, a inmigrantes y minorías. Hamilton a todas luces es una obra de emergencia para los tiempos que corren. Por cierto que Dick Cheney, Obama y los Clinton ya han visto la obra. Y Trump, ¿tendrá pensado pasarse? Quizás su anuncio del miércoles lo dictamine.

Y a ustedes, ¿qué les parece que los Padres fundadores muevan el esqueleto? ¿Y que, con la elección de actores afroamericanos y latinos, se haya dado alas a las minorías? ¿Les parece que esta decisión es racista?

sábado, 27 de agosto de 2016

Jared Taylor, ¿disgustado? No tan deprisa, amigo.

Menudo disgusto se habrá llevado Jared Taylor (ver post del 22 de agosto) cuando se haya enterado de que Trump ha dado marcha atrás en su política de deportación masiva. Hace tan solo unos días que su esperanza y la de otros muchos, Stephen Bannon, el nuevo jefe de campaña tomaba posesión, un blanquista acérrimo, y ahora esto. Y todo por que Bannon habrá obligado al candidato a que echara cuentas, y las cuentas, claro, salían turbias. 


La diáspora masiva de once millones de personas, según un estudio de American Action Forum, una organización conservadora sin ánimo de lucro dirigida por Douglas Holtz-Eakin, antiguo consejero en política económica de McCain, le costaría al país entre 420 y 619 millones de dólares, eso, sin contar las cuotas de mantenimiento para prevenir las nuevas tentativas de los inmigrantes: transporte, deportación, servicios jurídicos, aduaneros, etc., a las que habría que añadir otro billón de pérdidas que afectaría al PIB.

Y no es que Trump se haya apretado el cinto por devoción. Bannon le ha hecho ver la luz. Con esta medida solo así podrá hacerse más atractivo en su carrera presidencial. Este aparente reblandecimiento seguramente le garantice recuperar parte de un sector entre las filas políticas del propio partido republicano. Y no solo eso. Quizás su reunión de esta semana con el Consejo consultivo nacional de asuntos hispanos tenga algo que ver con su anuncio, aunque uno de sus miembros, Jacob Monty, representante de Texas, opine que la visión hispana en lo referente al muro esté unificada y que todos los hispanos quieran el muro porque el muro los protege. Con esta marcha atrás Trump también puede que consiga arrebatar votos centristas a Clinton, especialmente el femenino. 

Finalmente, a su feudo tradicional, el obrero blanco, aunque decepcionado con su ¿retractación?, aún alberga esperanzas de que se produzca lo contrario, lo tiene atado y bien atado, pues, a falta de políticas más radicales, ¿a dónde iban a ir? El ardor de la promesa de que, si llega al poder Trump mantendrá su plan original, de que se dará cuenta de su craso error y, entonces sí, construirá el añorado muro que, por supuesto, ladrillo a ladrillo les cobrará a los mexicanos, los consume. Y la esperanza, a veces, escucha. 

Y a ustedes, ¿qué les parece¿Creen que si Trump llega a la presidencia, levantará el muro?

viernes, 26 de agosto de 2016

Kit de inglés 5: How sick are you?

Siguiendo la estela a los surfistas y los skaters hoy traigo otra palabra que comenzó en estas comunidades y cuyo uso parece remontarse a la década de los 80. La palabra en cuestión es sick (sik).

Literalmente significa enfermo pero en el inglés americano coloquial es una mezcla que combina la sorpresa con lo magnífico, sensacional o increíble. Si visitáis el kit de inglés 4, ahí veréis que lo que se mezcla, no es ni más ni menos que algo impactante con awesome, tras presenciar algo cool (ver el kit de inglés 3). Si bien cool y sick parecen sinónimos, existe una pequeña diferencia. Sick se usa para describir acciones que tienen resultados más extremos e impactantes. Por ejemplo, tirarse sin paracaídas al vacío es sick, no cool.

Aquí van unos ejemplos. 

That is sick (literalmente eso es enfermizo).
You're sick  (literalmente estás enfermo).
Mary is sick (literalmente Mary está enferma, aunque seguramente quiera decir un poco loca).

How sick are you? 

miércoles, 24 de agosto de 2016

De La Habana viene un barco cargado de...

Seguramente, a los españoles que tienen la suerte de veranear en las costas, la idea de trabajar durante su periodo vacacional no se les pase por la imaginación, a menos que una insolación u otro tipo de exceso les haya tocado la consciencia.

Pero ese no es el caso para el diligente americano que cualquier ocasión, el verano no iba a ser menos, le basta para sacarse unas perrillas. Eso sí, toda ganancia implica una inversión inicial que, nuestros personajes, no tienen reparos en abordar. No sé si en su bolsa de viaje habrán metido toalla, protector solar y bañador, pero lo que sí sé es que muchos vienen equipados con extras: me estoy refiriendo a detectores de metales.

A estos modernos buscadores de tesoros normalmente se les puede ver escaneando la arena de la playa, bien antes de que despunte el sol o al atardecer, recorriendo con su vara de zahorí largos trechos. Además del detector de metales, si son verdaderos profesionales de la materia, se cubrirán los oídos con auriculares, un amplificador de la señal, al tiempo que reductor de molestias acústicas y de mirones y curiosos. También, en la mano que les quede libre, si se toman la detección en serio, llevarán una especie de pala colador, a poder ser de acero inoxidable, que les permitirá recoger el botín.

Es cierto que los jubilados son los que tienen más tiempo y dinero en sus manos para subvencionar esta afición, aunque también se ven expertos más jóvenes peinando las costas y adentrándose en las aguas. Según parece, los tesoros más preciados se encuentran ahí, entre el tobillo y el pecho. La culpa, por lo visto, de que haya proliferado tanto cazatesoros y de que los mayores tengan que aventurarse al agua es del oro. El precio del metal los ha zambullido.

A veces este interés da resultados, aunque se requiere mucha paciencia y tiempo, pues las latas de cerveza suelen ser los habitantes más comunes de la arena. En Florida, por ejemplo, estos peinadores han encontrado tesoros procedentes de naufragios y, en menor escala, los típicos crucifijos de oro tampoco son inusuales en las costas americanas. Por si acaso deciden hacer de este entretenimiento su segundo o tercer o quizás cuarto trabajo, una advertencia. Las exploraciones en los parques estatales están prohibidas, pero ¿quién dice que no puedan encontrar un tesoro?

Y a ustedes, ¿qué les parece? ¿En época de crisis se lanzarían al agua?

martes, 23 de agosto de 2016

Me presento o no me presento.

Seguramente que, por los medios de comunicación, tendemos a pensar que en las elecciones estadounidenses solo existe sota o caballo, Clinton y Trump: pues no. De hecho, la lista es larga. Siempre y cuando se las apañen para recabar un número de firmas que, sí, lo han adivinado, varía según estado, cortesía jeffersoniana, cualquiera puede presentar su candidatura a la presidencia. Así, tenemos a Joseph "Joe Exotic" Maldonado, el cual se autodefine como un hombre común para todos, o a Brian Briggs, amante de la música, nos confiesa, o a Samm Tittle, ciudadana, emprendedora y defensora del mismo trato para todos. Sin ir más lejos, en mi post del 10 de agosto mencioné el salto de un nuevo candidato, Evan McMullin, a la arena política.

Pero siempre se puede hacer el más difícil todavía, admitiendo candidaturas espontáneas. ¿Sabían que en las papeletas, si no aparece el nombre del candidato que queremos que nos represente, podemos incluirlo? Bastará con escribir su nombre y apellido (en Estados Unidos solo se lleva uno). Por supuesto, la normativa que regula la inclusión espontánea de un candidato difiere de estado a estado, y solo cuarenta y tres permiten esta modalidad, pero aún así, una candidatura escrita, respaldada en las elecciones, técnicamente podría ganar unas elecciones.

Con esta mano ancha hay algunos que se toman el proceso electoral en plan jocoso, añadiendo nombres de superhéroes o de otros guerreros de carne y hueso como Chuck Norris a la papeleta. Nuestro odiado vecino también puede ir en el lote. En el estado de Georgia, por ejemplo, se recogieron unos 4000 votos proponiendo a Charles Darwin como candidato.

Pero también existen partidos más potentes, manzanas de la discordia, a los que los grandes suelen achacar su derrota. Parece que esa es la cruz que lleva a cuestas el Partido Verde desde las disputadas elecciones del 2000 y que dieron la victoria a Bush por un escaso margen. A Ralph Nader, el representante de los Verdes por aquel entonces, se le señaló como el culpable de aquella hecatombe. 

Hoy, la imputada es Jill Stein, la portavoz de dicho partido. Y todo apunta a que los republicanos la adoran. No creo que sea por su impresionante currículum. Doctora especialista en medicina interna, estudió en Harvard, dejó aparcada la medicina para dedicarse a la política tras veinticinco años de práctica. Desencantada con la decisión demócrata del estado de Massachusetts, estado en el que operaba ella, de desestimar la Clean Elections Law (Ley de Transparencia en las Elecciones), por la que se pretendía reducir el poder de las subvenciones procedentes de potentados, Stein decidió marcharse. No fue hasta las elecciones del 2012 cuando se presentó como candidata repitiendo en el 2016. 

Tampoco creo que la pasión republicana se deba a sus visiones sobre el cambio climático, más cercanas, quiero suponer, a las de los demócratas que a las del Viejo Gran Partido (al Partido Republicano también se lo conoce por las siglas GOP, Grand Old Party). Seguro que tampoco es porque el copiloto de Stein, Ajamu Baraka, defensor de los derechos humanos, con inclinaciones izquierdistas y, en cierta manera, muy Trump, ni tiene pelos ni se muerde la lengua, les vuelva locos. Qué puede ser entonces. Estrategia. Parece que, algunos de los republicanos que no comulgan con los designios autorizados, van a votar por Stein, en un nuevo intento por dividir el voto demócrata. Hay que tener en cuenta que, para un partido de exiguos recursos, la financiación estatal para permanecer en la carrera presidencial es vital. Un 5% de los votos garantizarían su presencia en las elecciones del 2020, y, quizás, en la espera, germinaría el embrión de un nuevo candidato republicano capaz de recuperar a esos disidentes. Stein, por supuesto, es consciente de ello, pero no le importa llevar la cruz si con ello consigue asegurar la representación de sus ideales.

Aunque, pensándolo bien y visto lo visto, lo mismo era capaz de apañárselas con el boca a boca, ¿no les parece? Y ustedes, ¿permitirían las candidaturas espontáneas?