jueves, 30 de marzo de 2017

Kit de inglés 35: cobesity

Hoy traigo una palabra recién sacada del horno y de comidas va.

Cobesity, término que acaba de acuñar el profesor Sven E. Wilson del departamento de Ciencias Políticas de la Brigham Young University de Utah.

Como se podrá intuir por el nombre, obesity significa obesidad, y su pronunciación es algo parecido a obésiti. Con este término, el profesor se refiere a la obesidad compartida entre los esposos, porque como sabemos, las penas saben a menos cuando se mojan con un par de donuts. El prefijo co incluye un segundo componente.

Este fenómeno parece que se está difundiendo como la pólvora y no para de crecer. Esperemos que las cifras disminuyan, aunque, por lo que vemos a diario, la industria alimentaria, sobre todo los azúcares y las grasas, no van a ningún sitio, solo a los estómagos de mucha gente que está sola y aburrida. Y a los de las aseguradoras médicas, no nos olvidemos de ellos que, con la cobesity, les ha tocado el gordo. Y por duplicado...

miércoles, 29 de marzo de 2017

Frío sobre ruedas

El cambio climático ya está aquí.

Que cómo lo sé. Porque he visto al señor del furgón de los helados dándose un par de vueltas al vecindario al soniquete de It's a Small World, (canción Disney), a la espera de que los niños lo vieran cuando el autobús les dejara al cuidado de sus benefactores.

He dicho furgón porque las heladerías también van sobre ruedas. Y es que con los precios de la gasolina, por lo que se paga en España por un litro aquí casi dan cuatro, y eso sin contar con el subidón que nos ha metido en el cuerpo el gobernador Christie, que, lógicamente, ha repercutido en los bolsillos de los que tienen menos y necesitan, igual que los ricos, un medio de locomoción, es posible hacerse con una heladería móvil.

El surtido de helados no es muy variado, los típicos sabores de vainilla y chocolate. Ni que decir tiene que no hay opciones veganas. Nueva Jersey es bastante quesera, lechera y carnicera. En San Francisco estoy convencida de que las heladerías sobre ruedas exclusivamente veganas hacen el agosto. He aquí una idea empresarial, por si alguien se siente con espíritu emprendedor y le apetece echarse a la aventura... y a la carretera.

Mes de la Mujer: Mildred Ella "Babe" Didrikson Zaharia

A punto de repetir el apio con un mes más, cerramos la serie de mujeres destacadas en la historia, recordemos que marzo es el Mes de la Mujer, con la deportistaMildred Ella "BabeDidrikson Zaharia. Y digo la deportista porque Mildred era una supermujer. Destacaba en el golf, aunque tampoco se quedaba atrás en otras actividades como la natación, los bolos, el billar, el tenis, el tiro con arco, el boxeo, el baloncesto, el béisbol, el atletismo, lanzamiento de jabalina, salto de vallas y también de alturas. 


Nacida en Texas en el seno de una familia de origen noruego, Mildred, desde muy pequeña, ya disfrutaba con cualquier actividad física, ya fuera subirse a un árbol o, más difícil aún, bajarlo. En los Juegos Olímpicos de 1932 se llevó unas cuantas medallas. Oro en jabalina y en salto de vallas, batiendo en esta última especialidad el récord mundial. Como se aburría se metió en el golf. Aquí demostró tener bastante talento para patear, porque logró colarse en un torneo solo para hombres. De hecho, Mildred fue la única mujer que consiguió figurar en el abierto de Los Ángeles durante cincuenta años. En 1948 quiso meterse en el U.S. Open pero no la dejaron dándole un portazo en las narices con el "solo para hombres". 

Aunque no era muy alta, medía 1,70 y pesaba 52 kg., toda ella era puro equilibrio. Grantland Rice, un cronista deportivo la describió como pura armonía muscular, un bloque de coordinación mental y física sin igual en el mundo del deporte. Aquí la dejamos, practicando un poco de todo.  

lunes, 27 de marzo de 2017

A ver dónde se mete


Es costumbre que el presidente de los Estados Unidos dé tres discursos anuales para la ceremonia de graduación de los estudiantes. Uno tiene que ser en una institución privada, otro en una academia militar y el otro, efectivamente, en una institución pública.

Trump tiene cubierto el flanco privado con Liberty University, una universidad cristiana de Virginia. De su presidente, Jerry Falwell Jr., obtuvo el año pasado un apoyo incondicional. Dar con una academia militar, lógicamente, tampoco debería quitarle el sueño. Lo que no veo tan claro es que se anime a pisar un ente público. Quizás el pensamiento le cause mareos o tal vez, en su diplomacia, prefiera evitarse abucheos. Me da que este año, (y los que le quedan), una tradición menos.  

domingo, 26 de marzo de 2017

El Napoleón que llevamos dentro

Acabamos de enterarnos de que otro fichaje de la prestigiosa universidad de la Universidad de California en una de sus sedes, la de Berkeley, ha sido acusado de acoso sexual. Y me sabe mal primeramente por él, porque el profesor en cuestión tiene ya unos cuantos añitos, 84, y lógicamente, por las personas que lo quieren y respetan. 

Recuerdo que la primera vez que entré en contacto con las ideas de la filosofía del lenguaje del profesor Searle fue en mis años de universitaria. Pero mi intención no es traer aquí sus teorías pragmáticas ni tampoco evaluarlas, ni siquiera me interesa su comportamiento, atestiguado o no.

Yo, de lo que quiero hablar es de otra cosa, de ese pequeño complejillo napoleónico que, seguramente, hemos debido de tener todos, o muchos, y que suele dar en la veintena y que es especialmente agudo entre los estudiantes americanos de clase media alta de ideología liberal (nótese que este término lo uso en contraposición al término conservador) y que pueden permitirse el lujo de estudiar en las universidades estadounidenses más prestigiosas. La Universidad de California es, seguramente, el buque insignia de la liberalidad de este país.   

Si ya de niños despuntan nuestras dotes de mando, es en la juventud cuando nos hacemos inaguantables. Y claro, en la universidad liberal (aunque precisamente Searle haya declarado haber votado a 
G.W. Bush) es donde ese caldillo bulle a borbotones. 

Ahora resulta que, a muchos estudiantes, esta acusación no les ha tomado por sorpresa. Algunos de los que han pasado por las clases del profesor lo califican de tremendo egocéntrico, libidinoso y misógino. Vamos, que lo que ha pasado les parecía inevitable. Y no dudo de que pueda ser todo eso y más, pero cuando uno busca matricularse con un profesor determinado tiene que aguantar eso. Ojo, vaya por delante que no estoy intentando justificar el comportamiento del citado profesor. 

Distinto sería, lógicamente, que dijera o cometiera barbaridades injustificables. Pero si el profesor/a es un misógino y se queda en comentarios, otra cosa es que sean de mal gusto, el que pierde es él o ella, aunque, francamente, a decir por la cantidad de alumnos que se matriculan en sus clases, la verdad es que no debe importarles mucho esas rarezas. 

Eso sí, cuando les importan de verdad, esos alumnos lo hacen notar. Hace tiempo que las universidades, sobre todo las liberales, están acalambradas por una labor de limpieza. Lo suyo es casi de dentista porque a los alumnos tomados por esta misión lo que les importa es mantener una buena higiene bucal. Me explico. Se trata del código "eso no se puede decir". Su labor depurativa es tan concienzuda que su instinto napoleónico se ha encaramado a la tarima del aula. Con estos ejemplos se verá lo que quiero decir. En Harvard algunos alumnos pujaron por eliminar de las clases de Derecho las leyes que trataban las violaciones. En otra universidad de Massachusetts una profesora escribió un artículo que versaba sobre el uso y abuso del sempiterno tema del sexo y de cómo se está manipulando para crear una especie de paranoia en las universidades. Rápidamente, y a instancias de los alumnos que se habían sentido ofendidos, se la sometió a una investigación. 


Los estudiantes también tienen que andarse con pies de plomo entre ellos. Una metedura de pata puede ser mortal y requerir una extirpación inmediata. La hasta el momento inocua pregunta del "¿y tú, de dónde eres?" (al preguntarse se puede presuponer que no se es americano) ha pasado a tener la fuerza de una manada de elefantes. El rizo rizado de la tontería llega hasta límites irrisorios cuando, en una universidad que conozco bastante bien, unos alumnos asiáticos colgaron una pancarta en la que se podía leer: "Pero, ¿no eras bueno en Matemáticas? Soy daltónico. No veo razas", pero que duró menos que el cantar de un vizcaíno, pido perdón por adelantado, no pretendo herir susceptibilidades, porque otro grupo de alumnos, también asiático, se sintió a su vez ofendido porque consideraba que la pancarta resaltaba su asiaticidad y, por tanto, su superioridad matemática.

Tóxico, en caso de que me lo pregunten. Tóxico. El tener que andarse con parihuelas hace que todos salgamos perdiendo. Nociones que son de obligado aprendizaje, 
¿cómo se va a defender o acusar de otra forma a una persona implicada en una violación si no se conocen las leyes? Se me ocurre, por ejemplo, que en las clases de anatomía se pasen de largo ciertas partes o que, en un boca a boca, el pecho ni tocarlo, tiremos de bomba para bicicletas en lugar de labios para la resucitación. Ni que decir tiene que la alarma ha cundido y que muchos profesores no es que no estén a gusto, es que salen temblando de las clases. Así no hay quien dé pie con bola.  

No es que se esté perdiendo el sentido del humor, es que algunos están empeñados en aplastarlo. Si las bocas de Richard Pryor, George Carlin o Lenny Bruce, probablemente la más sucia de las tres, volvieran a abrirse, pondrían el grito en el cielo. 
Chris Rock, otro comediante, ya ha dejado de ir a las universidades y Seinfeld también ha dejado oír su queja. Sí. Los estereotipos existen y, precisamente por eso, hay que saber tomárselos con humor. El propio Pericles tenía sus imitadores. ¿Es que vamos nosotros a ser más que Pericles? 

Aquí dejo un video del sensacional Don Rickles para ver si nos sacudimos un poco la tontería. Momento desternillante 2:37-3:14

jueves, 23 de marzo de 2017

Kit de inglés 34: cutthroat competition

Esta expresión tan visual procede de cut each other´s throat (literalmente cortarse la garganta el uno al otro), y no es difícil imaginar su significado. Significa enzarzarse en una fiera competición sin reparar en el daño que se pueda ocasionar. 

Lógicamente la expresión cutthroat competition (la pronunciación es algo parecido a kátzrout kompehtíshen) se usa mucho en el ámbito financiero y también en el deportivo, aunque no queda relegado a estos dos.

Su presencia se remonta a la década de los 80 del siglo XIX.

Aquí va un ejemplo.

The cutthroat competition to get the nod for Trump's Cabinet (La brutal competición por obtener el visto bueno del gabinete de Trump). 

Si se lo quieren dar...

Escribiendo ayer la nota sobre las contribuciones de Doudna y Charpentier, me vino a la cabeza la película de El premio, protagonizada por Paul Newman, Elke Sommer y Edward G. Robinson y basada en la novela de Irving Wallace.  Por si no la han visto, no voy a dar una sinopsis, solo decir que transcurre en Estocolmo durante la ceremonia de la entrega de los premios Nobel. 

Para elaborar la novela Wallace se desplazó hasta la ciudad y así tener ocasión de entrevistarse con miembros del jurado. Wallace le pregunta a uno de ellos, el doctor Sven Hedin, un afamado científico, la razón por la que autores como H. G. Wells, Somerset Maugham o James Joyce no habían sido elegidos. "Demasiado popular y ordinario", dijo del primero. Del segundo "Figura pequeña y periodística". Y del tercero: "Y ese quién es".

Por lo visto también Einstein estuvo nominado unas cuantas veces y no salía. Y cuando salió no fue por la relatividad. Lo mismo pasaba con autores que jumeaban comunismo y la homosexualidad tampoco es que estuviera muy bien olida.

Confiemos en que esta vez no salga otro presidente. Por si a alguien le apetece escarbar el tema, hace un par de años que Geir Lundestad ventiló unos cuantos trapos sucios de la institución.