jueves, 31 de agosto de 2017

Un ojo de la cara

El George Washington Bridge, puente colgante sobre el río Hudson que une Nueva Jersey con Manhattan, es una maravilla de ingeniería. Othmar Hermann Ammann, ingeniero y Cass Gilbert, arquitecto, fueron los encargados de esta mole. 

La construcción comenzó en 1927 y abrió sus puertas en 1931. Cuenta con catorce carriles, ocho en el nivel superior por el que deben transitar los camiones y seis destinados a los turismos. El nivel inferior se inauguró años más tarde, en 1962. 

Varias veces he pasado por este puente y la verdad, da igual a la hora que vaya uno, el tráfico siempre es de órdago. Como también lo es el peaje que uno tiene que pagar si quiere pasar a Manhattan. 15 dólares para los turismos. Se ve la pegatina anunciadora con el precio cuando uno ya está llegando a la ventanilla de cobro. Lo malo es cuando se viaja en otro tipo de vehículo, digamos un furgón con remolque. Para saber los precios hay que consultar la lista con las tarifas en internet antes de echarse a la carretera porque, como sabemos, con remolque no se puede dar marcha atrás. 

Con sus más de 103 millones de vehículos al año, al George Washington Bridge no le quita nadie el ser el puente con mayor tránsito rodado del mundo. Lo que no me queda tan claro es si sus peajes para vehículos con más de tres ejes, nosotros llevábamos cuatro, también lo convierten en uno de los más caros. 84 dólares costó la entrada. Y no se admite el pago con tarjeta. En contantes y sonantes o con el E-Z Pass, un sistema de cobro electrónico que reduce el costo del peaje. Eso sí. Nunca se paga por salir y las vistas desde la cabina de un camión son inmejorables. Digo yo que lo mismo cascan por cubrir con los ojos esos 1450 metros. 

Y sí. Había ruta alternativa. Por otro puente que, ya que estamos, mencionaremos en otra entrega. 

Aquí, una de vistas desde el George Washington en camión.  

martes, 29 de agosto de 2017

¿Y dónde nos metemos?

Con un sueldo anual de cien mil dólares, en ciudades como San Francisco, Nueva York o Boston, a uno le llega para vivir. Pero cuando ya se anda en pareja y no digamos con hijos, la cosa cambia. Y mucho.

Los gastos se disparan. Sin ir más lejos, el otro día vi una barra de pan, la famosa baguette, por 4 dólares. Un café, por dos cincuenta, y, a veces, en algunos lugares cobran un extra por la leche de soja.

Los seguros médicos tampoco es que sean una ganga. Todo depende del plan al que se acoja uno o, mejor dicho, pueda permitirse. Visitar al médico y al dentista puede resultar en un verdadero quebradero de cabeza si no se tiene cobertura, pero incluso con cobertura de por medio, los bolsillos quedan temblando.

Los estudios de los niños, sobre todo cuando se les quiere mandar a la universidad, es otro de esas limas.

Y la casa, en una entrada de hace unos meses ya lo mencionaba, el alquiler es otro de esos glotones que devoran buena parte del sueldo. Se dice que para poder ahorrar algo no se debe emplear en el alquiler más de un 25-35% de lo que se gana, pero estas cifras en ciudades como las que he mencionado anteriormente, son inalcanzables, a menos que se comparta piso. Los caseros de estas ciudades desde luego que han tenido buen ojo. Saben dónde quieren vivir los nuevos ricos, muchos de ellos muchachitos sin corbatas del mundo punto com a los que se les permite trabajar desde casa para que sigan diseñando juegos y creando otro tipo de encargos.

El precio de la habitación varía, pero fácilmente se puede pagar mil dólares al mes por compartir baño. Si se busca la soledad, a pagarla. Un estudio en Brooklyn para un artista sale por cerca de 3000 dólares al mes la broma. A mayor número de habitaciones, más se paga, claro. La zona en la que se encuentre el inmueble dictará el alquiler.

Los nuevos burgueses son los que dictan lo que nos va a costar vivir. Brooklyn, en Nueva York, ya está más que gentrificada, esto es, los ricos han puesto contra las cuerdas a los menos favorecidos, los cuales ya no pueden permitirse vivir en la zona elegida y son expulsados al extrarradio o a otras zonas más deprimidas.


En cuanto una avanzadilla de burgueses pone el ojo en algún terrenito, la toma es segura. Así pasó en Asbury Park, Nueva Jersey. En Boston este fenómeno lleva ya un tiempo. Recuerdo que, hace años, vivía en una zona bastante hispana, Jamaica Plain. Ahora es diferente. No digo que de la gentrificación no venga nada bueno, lógicamente se prefiere una vista agradable para los ojos que bolsas de pobreza, pero con la gentrificación han venido los barrios escaparate. Se mira pero no se toca. Los precios han subido, los caseros no hacen mejoras en las casas aunque se estén cayendo a cachos porque saben que se las quitan de las manos al precio que ellos estipulen, al fin y al cabo la gente se mata por vivir allí. Otro ejemplo es South Boston, conocido como el Southie. Hace años era un reducto irlandés al que solo los más valientes se aventuraban, y ahora alquilar un piso de una habitación sale por unos dos mil dólares. Aún quedan ejemplos de vivienda social en esta zona, aquí se los llama projects, pero en cuanto la opinión pública mire para otro lado los tiran abajo. East Boston me parece que es la zona más amenazada en estos momentos. Mayoritariamente hispana, la gentrificación ya le ha echado el guante y los caseros, con el olor del dinero impregnado en la pituitaria, se buscan las mañas para echar a los pobres pagadores que tienen dentro y remplazarlos con los potentados.

A Patti Smith, la madrina del punk, tampoco es que le guste mucho esto de la gentrificación y reconoce que Nueva York no es lugar para pobres ni para bohemios. Palabra de Patti.

domingo, 27 de agosto de 2017

Dime de qué religión eres y te diré lo que vivirás


He leído que James J. Hamula, uno de los dirigentes de la comunidad mormona, ha sido excomulgado, y me ha venido a la cabeza que los miembros de esta comunidad religiosa, junto con los adventistas del Séptimo Día, superan en unos diez años la esperanza de vida del estadounidense que no pertenece a ninguna de estas dos religiones. 

Quizás la clave de su resistencia se deba a que las dos se alejan del tabaco, el alcohol y las carnes, para favorecer el ejercicio y una dieta vegetariana, que los adventistas adornan con gran cantidad de frutos secos y los mormones con el ayuno una vez al mes y descongestionar así las arterias. 

Tal vez su longevidad también pueda deberse a factores económicos, ya que los estudios se han llevado a cabo en poblaciones mormonas y adventistas de California con cierto desahogo, circunstancia, que, no cabe duda, contribuye a que se lleve una vida más despreocupada. También parece que el poder de una fe resistente alarga vidas. Pero, sobre todo, el saberse útil mediante la práctica, el voluntariado es muy frecuente, y el apoyo de los miembros de la comunidad parecen ser factores decisivos en la consecución de una vida más sana y duradera.  

Esperemos que Hamula, si quiere vivir muchos años, aunque la comunidad le haya abandonado, al menos no se olvide de seguir los buenos hábitos alimenticios.

viernes, 25 de agosto de 2017

Kit de inglés 55: where the rubber meets the road

Esta expresión que literalmente se traduce por donde el caucho se encuentra con la carretera se podría traducir por nuestro la hora de la verdad o momento en el que la teoría se pone en práctica y su pronunciación sería algo parecido a lo que aquí dejo. Guer de ráber miiits de róud. Y aquí la auténtica en la inmejorable voz de Meat Loaf  (minuto 1:27).

Parece que surgió en la década de los 40 con unos anuncios de Firestone pero fue en la siguiente cuando se extendió su uso.

Aquí dejo la frase en voz de Spike Neuberger, (1:39 y siguientes), un cantante bastante menos conocido.

I´ll meet you down where the rubber meets the road ( Nos vemos en el momento de la verdad). 

jueves, 24 de agosto de 2017

Diseña por nuestro bien

No es que Frederick Law Olmsted hiciera su recorrido solo por Massachusetts, pero el retorno al estado me han traído su persona a la memoria.

Olmsted (1822-1903) fue un arquitecto paisajista. Mejor dicho, fue el arquitecto paisajista estadounidense. Para nombrar las contribuciones en las que participó necesitaríamos tirar de folio, pero ya con solo nombrar Central Park, la Exposición Universal de Chicago de 1983, los terrenos del Capitolio o el Emerald Necklace, una red de parques conectados entre sí en Boston, nos podemos hacer una idea de la magnitud y repercusión de su obra.



Aunque nació en Connecticut y era experto en tierras californianas, fue en Massachusetts donde sus proyectos tuvieron mayor acogida. Olmsted no llegó a la idea de que, para que el género humano conservara su bondad, la belleza pastoral de la naturaleza debía ser compartida e integrada de manera natural en la vida de todos los hombres y mujeres, independientemente de su condición económica o social, esclavos incluidos, de buenas a primeras. Para descubrirlo tuvo que seguir una carrera en periodismo, sazonada con una buena dosis de investigación en la economía procedente de la esclavitud. De sus observaciones salieron tres libros con las contribuciones que publicó en el New York Times sobre sus viajes por el sur de Estados Unidos y que suponen un importante documento social sobre la época previa a la Guerra de Secesión. También de un viaje que hizo a Inglaterra años antes, en 1850, para embeberse de la obra del diseñador Joseph Paxton, especialmente de su Birkenhead Park, el primer parque en el mundo que fuera subvencionado con fondos públicos, es deudor. 

Muy recomendado desempolvar sus libros. 

miércoles, 23 de agosto de 2017

Hoy no, Satán


Si a los paseos marítimos de Nueva Jersey se les conoce por algo es por ser, en su mayoría, horteras. Una fila de atracciones de feria, (hacer saltar a la rana de su nenúfar, pasar la pelota de baloncesto por el aro o pinchar un globo con una escopeta) se intercalan con puestos de fannel cake, una especie de churro refritísimo y aburruñadísimo, pizza y tiendas que venden fudge (una mezcla de azúcar, mantequilla y leche), salt water taffies, unos caramelos masticables hidrogenados, y unas manzanas caramelizadas descomunales con una selección que atrapa todos los gustos.

En el paseo marítimo también hay salones recreativos, muy útiles para refugiarse de las tradicionales lluvias neojerseítas, en los que se ve a los críos, y no tan críos, jugando con maquinitas de los años 80, manejando garfios para situar sobre maletines cargados de premios o recogiendo ristras de tickets tan largas, que, para canjear por premios, el muchacho tras el mostrador tiene que pesar en una balanza.

Y un parque de atracciones. Apto para todo tipo de estómago. Y digo lo de estómago porque algunas de las atracciones, mejor dicho casi todas, te ponen el estómago en la boca. La típica montaña rusa, el pulpo o un brazo de acero con una plataforma redonda en la que se sientan los lanzados y que casi alcanza una perpendicularidad con la tierra que mantiene a los que miramos desde abajo atónitos de espanto.

En esta última visita también he descubierto otra atracción. La captación cristiana. Jóvenes, no tendrán más de veinte años, que se echan al paseo entablado para lograr clientela, por lo general tan jóvenes como ellos. Y parece que está funcionando porque en la iluminación artificial de la noche, en las espaldas de algunas camisetas se podía leer el mismo mensaje ahuyentando al Diablo: "Not Today, Satan" (Hoy no, Satán), una frase sacada del contexto homosexual pero de la que se han apropiado los conservadores.

Aún con estas nuevas o renovadas atracciones, el paseo marítimo sigue manteniendo su encanto.

lunes, 21 de agosto de 2017

Contemplaciones religiosas


A Ocean Grove, una zona que depende de la administración municipal de Neptune, se la conoce por ser un bastión metodista. Veranear aquí, (la playa está a unos seis minutos andando), puede dejarle a uno el bolsillo temblando. Hacerse un hueco en una de las famosas tiendas de campaña, hay 114, en las que los animales, las latas de cerveza (se puede beber en vaso) y las barbacoas están prohibidos, (hasta hace poco también lo estaban los aires acondicionados a menos que hubiera prescripción facultativa de por medio), saldrá por más de 6000 dólares. Eso sí, cubre el periodo del 15 de mayo al 15 de septiembre, ya que luego se desmontan. Esta Ciudad de las tiendas comenzó en 1869 con las reuniones religiosas y, desde entonces, da pingües beneficios.

Los inquilinos no tienen porqué ser metodistas, pero de alguna manera tienen que mostrar su apoyo espiritual a la causa. Para asegurarse de que sucede así, se entrevista a los posibles candidatos y, aunque muchos aprueban y pasan a la lista de espera, esta es tan larga, que algunos han esperado más de diecinueve años para alojarse bajo la lona. Eso sí, las tiendas son una maravilla, especialmente de noche, cuando la impresionante cruz metodista del Gran Auditorio las ilumina. El Gran Auditorio (The Great Auditorium) no pasa desapercibido. Con una capacidad para 10000 asistentes en su tiempo, ahora reducida a unos 6000, es una bella fortaleza de madera levantada en 1894 que alberga uno de los órganos de mayor tamaño en los Estados Unidos. Para que nos hagamos una idea, Leonard Bernstein una vez comparó la acústica del edificio con la del Carnegie Hall. El lugar en el que se asienta una estatua de Ellwood H. Stokes, el Padre de Ocean Grove, justo frente al Gran Auditorio, ha convertido a este rincón en una de las calles más bellas de América.

Durante el verano, los domingos es día de culto y se celebra en varias dependencias. Bien se puede optar por el Gran Auditorio o, si se prefiere, al rumor de las olas en el Pavilion Praise, al abrazo del paseo marítimo. El resto de la semana no queda desangelado y también se ofrecen celebraciones religiosas. No cabe duda de que en este lugar tan privilegiado uno puede y debe andarse con contemplaciones.